Por Francisco Xavier Sánchez  |

Hace pocos días el presidente de México, Enrique Peña Nieto, en una entrevista realizada en televisión abierta con motivo del 80 aniversario del Fondo de Cultura Económica (FCE), al hablar de la corrupción que existe en nuestro país, se refirió a ella como una “cuestión cultural”. Me parece que es lamentable tal afirmación, sobre todo viniendo de nuestro principal dirigente político. http://elcerebrohabla.com/2014/08/25/la-corrupcion-me-da-pena/

¿Qué significa afirmar que la corrupción hace parte de nuestra cultura? Es querer decir que en la practica no podemos combatirla porque ella hace parte de nuestra identidad nacional, que ella nos constituye, que está tan ligada a nosotros como nuestra lengua, nuestra comida y nuestras tradiciones. ¿Es esto verdad? Claro que no. Es cierto que México está calificado como uno de los países más corruptos del mundo, pero México está formado por cerca de 120 millones de habitantes, y considero que la gran mayoría es gente integra.

¿Qué es la corrupción? Es una palabra que viene del latín “corruptio”. Esta palabra está formada por el prefijo “con-“ que es sinónimo de “junto”; el verbo “rumpere”, hacer pedazos, romper; y el sufijo “-tio”, que es el equivalente a “acción y efecto”. La palabra corrupción encierra por lo tanto la idea de destrucción. Una persona se corrompe, se auto-destruye, cuando pierde su integridad (su unidad) por cuestiones fundamentalmente económicas. Ahora bien ¿cuántos mexicanos tienen la posibilidad de corromperse? Evidentemente no es la gran mayoría, porque la gran mayoría viven en condiciones de pobreza que en muchos casos a penas les permiten sobrevivir. Pero sobre todo, porque la misma situación social tan lamentable que vivimos hace que mucha gente busque crear redes y lazos de solidaridad, que es todo lo contrario de la corrupción, sinónimo de egoísmo.

Me parece que la corrupción en México es el principal problema que nos impide salir adelante como país. Una corrupción que está ligada a la manera como los políticos desde hace muchos años se han ido apoderando de nuestro país. En México la palabra político (lamentablemente) tiene una connotación negativa, y es sinónimo de “prepotente”, “corrupto” y “sinvergüenza”. Pero una es la “política” de Romero Deschamps, Elba Esther Gordillo, Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, y Arturo Montiel, por citar sólo algunos nombres de mexicanos corruptos; y otra la POLITICA de Carmen que vende tacos para sacar a sus hijos adelante, o de José Luis que tiene dos turnos en su trabajo para pagar la educación de sus hijos; y así se podría enumerar a millones y millones de mexicanos y mexicanas que se están partiendo el alma para poder vivir, o sobrevivir, de la manera más digna posible, mientras un puñado de políticos corruptos viven chupándonos la sangre.

La corrupción no hace parte de nuestra cultura. No hay que generalizar Señor Presidente. La corrupción en México tiene nombres y apellidos. Lo más grave de todo es hacernos creer que “todos somos corruptos”, es buscar enajenarnos, es decir desposeernos de nosotros mismos, de nuestros ideales, de nuestra dignidad. El desaliento es la principal arma de la opresión. Dichosos aquellos que no se dejan seducir por los criterios humanos y que siguen teniendo la suficiente carga utópica y evangélica de creer que un mundo justo y honrado es posible.

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