Por Leo García-Ayala |
Hace un tiempo leí un reportaje muy interesante llamado: “¿La Misa ha terminado?”, donde el autor, jugando con esas palabras con las que cierra toda Eucaristía, presentaba datos sobre la participación de los fieles católicos en la Misa dominical. Hablaba del bajo porcentaje de participación de los católicos en el principal sacramento de nuestra fe.
No es preciso que insista en que el sector poblacional que menos acude a la Misa es el de los jóvenes. Lo que me intrigó en esa ocasión es el por qué de ese desdén hacia la Eucaristía. Por eso le pregunté a mis amigos, mis compañeros de escuela o algunos cuates de mi equipo de fut. Las respuestas fueron muy variadas:
“No tengo tiempo”, “Se me hace aburrida”, “Se me olvida”, “No me lo inculcaron en la familia”, “Voy cuando me nace”, “¿A poco es importante ir?”, “Voy de vez en cuando”…
No sólo importante, sino fundamental
¿Es importante la Misa? Me dijo uno. A mí la verdad me animó a contar lo que la Eucaristía ha hecho conmigo, las huellas que ha ido dejando en mi vida, el amor a Jesucristo, la invitación que recibo del Señor a comprometerme con la vida, con la historia, con los más necesitados.
Leyendo para tener argumentos que compartir, descubrí que la Misa no es sólo importante sino que es fundamental. “Sin el domingo no podemos vivir”, decían los primeros cristianos.
Además habrá que recalcar que Misa y fe van unidas: “Este es el Sacramento de la fe”, dice el padre inmediatamente después de la consagración del pan y el vino. Así las cosas, “una crisis en la fe, produce un alejamiento de la Eucaristía; y un alejamiento de la Eucaristía debilita la vida de fe”, me dijo un sacerdote amigo.
¿Problemas con “lo sagrado”?
Se dice que la Eucaristía es “centro y cumbre” de la vida cristiana y muchos cristianos, muchos jóvenes, no la viven así. ¿Dónde está, pues, el problema?
Algunos estudiosos del tema dicen que como los jóvenes somos hijos de la cultura de nuestro tiempo, y que esta época y cultura que nos tocó vivir está marcada por un grave problema de fe.
Otros dicen que el problema radica en el lenguaje y ‘lo sagrado’, “entre el signo y el misterio”. Para unos la lejanía de la Eucaristía por parte de los jóvenes es problema del lenguaje, para otros es reflejo de la pérdida de ‘lo sagrado’.
Y es que, dicen, nuestra cultura moderna tiene grandes dificultades para elevar la mirada a algo que la trascienda, para alabar, bendecir o agradecer.
Me gustó esta idea que leí; “Cada día, es más evidente que la Eucaristía es hoy un signo contracultural: memoria frente a presentismo, eclesialidad y comunión frente a individualismo, apertura al misterio frente a la mirada superficial”.
En una palabra, la Eucaristía es un reto que nos sacude, y como a muchos jóvenes les gusta más la vida cómoda, evaden este encuentro con Jesucristo porque de seguro pedirá, como lo hizo con aquél joven muerto que se narra en el evangelio, que nos pongamos de pie y en camino. ¿O tú qué piensas?