Por Fernando Pascual |
Una de las situaciones más duras en la convivencia humana se produce cuando una persona busca imponerse sobre otros sin dejar espacio al diálogo.
Ocurre en las familias, cuando el padre, la madre o alguno de los hijos actúa contra el parecer de los demás, caiga quien caiga. Abre las ventanas aunque otros se quejen. Enciende la luz del pasillo sin aceptar contradicciones. O, asunto más complejo, decide qué y cuándo se compra, a pesar de los consejos de otros.
Ocurre en el trabajo, entre conocidos, en las parroquias, en el club, en tantos lugares de nuestro complicado mundo moderno.
Frente a una persona impositiva que no acepta razones porque “sólo ella” sabe lo que es mejor y decide contra toda oposición, ¿se puede hacer algo? A veces uno intenta el diálogo, pero esa persona no atiende a razones: afirma tener la verdad, y actúa como si los demás tuviesen que someterse siempre.
Por el bien de la paz, muchos ceden. Porque cuando no queda espacio al diálogo, o uno se rebela, con todos los riesgos que ello implica, o simplemente deja todo el asunto en manos de quien es impositivo.
En algunos casos hay espacios para el diálogo. A través de una actitud serena y equilibrada, con la ayuda de opiniones de conocidos que pueden abrir horizontes y desbloquear corazones, resulta posible buscar puntos de encuentro y maneras para armonizar los deseos de quienes conviven en casa o en la oficina.
Otras veces no hay esperanzas. Personalidades duras e impositivas verán cualquier intento de oposición como un ataque. Usarán entonces las palabras, en ocasiones también los gestos, contra quienes pretendan poner un dique a sus determinaciones.
A pesar de lo doloroso que este tipo de situaciones, un corazón humilde y bueno puede mirar más allá de lo impuesto y encontrar esos pequeños espacios de convivencia, perdón y alegría que llegan desde el trato con tantos otros familiares y amigos comprensivos, serenos y abiertos al diálogo.
En un mundo de tensiones, saber convivir con personalidades impositivas no es fácil. Pero al menos, desde una mirada a Dios y desde una actitud de misericordia y de puertas abiertas a la escucha (cuando llegue la ocasión), será posible mantener viva la esperanza y caminar con algo de paz y de alegría.