Por Eugenio Lira Rugarcía, Obispo Auxilar de Puebla y Secretario General de la CEM |

Hoy celebramos al beato Juan Enrique Newman, quien nació en Londres en 1801. Desde temprana edad se aficionó a la lectura de la Biblia y las novelas de Scott, así como de los escépticos Hume y Voltaire.

En 1816, a causa de las guerras napoleónicas el Banco de su padre cerró. Esto le provocó una depresión de la que pudo salir gracias a su encuentro con Jesús. Más tarde, sintiendo la llamada de Dios, se ordenó sacerdote de la Iglesia Anglicana.

Comenzó un intenso trabajo pastoral y académico, que le ganó gran prestigio. En sus primeras obras se mostraba anticatólico y hasta afirmaba que el Papa era el anti-Cristo.

Pero entonces sucedió algo que cambiaría completamente su forma de comprender y de vivir el cristianismo. A causa del exceso de trabajo, de los problemas económicos de su familia y la repentina muerte de su hermana menor, sufrió un colapso nervioso. Buscando la paz y la verdad, comenzó a leer a los Padres de la Iglesia, testigos de la Tradición, que, junto con la Biblia, forma el único depósito de la revelación divina, cosa que los anglicanos niegan.

Apoyado en estas lecturas y en la evidencia histórica, a los miembros del Movimiento de Oxford, que originalmente trataba de demostrar que la Iglesia de Inglaterra provenía directamente de los Apóstoles, los impulsó con argumentos a reconsiderar su postura y a abrirse a un mayor contacto con la Iglesia Católica.

Finalmente, en 1843, luego de un largo camino de oración, investigación, estudio y reflexión, Newman publicó en el Diario Conservador de Oxforduna retractación de todas sus afirmaciones contra Roma y contra el Papa, y al poco tiempo anunció su conversión al catolicismo. Fue recibido oficialmente en la Iglesia el 9 de octubre de 1845. En 1847 fue ordenado sacerdote católico.

Se estableció en Londres en la Congregación del Oratorio de san Felipe Neri, donde ofrecía cursos y conferencias. Publicó numerosas obras, en las que demostraba la estrecha relación entre fe y razón. Su gran labor pastoral hizo que en 1889 el Papa León XIII le nombrara Cardenal.

Newman fue llamado a la vida eterna en 1890. El epitafio de su tumba dice: “Pasó de las sombras y las imágenes a la Verdad”. Antes de morir, este buscador que se dejó encontrar por la Verdad, escribió estas palabras, que podemos hacer nuestras: “Tengo mi misión… soy un eslabón en una cadena, un vínculo de unión entre personas… seré un mensajero de paz, un predicador de la verdad” (Meditación y Devoción, 301-2).

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