Por Felipe de J. Monroy, Director de Vida Nueva México |

“No hay que jalar hacia atrás al león, sino moverlo de lado”. Reflexiona un veterano de las lides políticas que, como domador de fieras, no ha quedado libre de zarpazos pero que puede mirar con cierta satisfacción los campos que no fueron devastados por los depredadores que sometió con mano izquierda.

En el campo de las transformaciones sociales, el camino de esta recomendación es lento, difícil, cansado y aparentemente poco eficiente: mucho esfuerzo para resultados apenas perceptibles. Y, sin embargo, por su fundamentación en la justicia, la caridad y la ley moral natural es de lo poco que puede construir cultura y educar a largo plazo en los valores éticos de libertad, convivencia, responsabilidad y solidaridad.

La crisis política en México, cuyo rostro apenas se ha hecho visible a nivel internacional, no ha sido otra cosa que el desenmascarar a los miembros depredadores de la sociósfera ubicados en la cúspide del sistema; y también a los útiles hordas carroñeras, que sin moralizar los crímenes precedentes, aprovechan la masacre para darse y ofrecer banquetes de los despojos del tejido social.

Los primeros y segundos tienen nombre y apellido, se enseñorean de las armas y la retórica para justificar sus actos; pero son los últimos en el estrato social (los despojados, los descartados) quienes padecen con más crudeza la agresión y las violencias. En esta situación, la respuesta más lógica y natural es tirar hacia atrás, no solo frenar estrepitosamente sino poner reversa en contrasentido de la historia; el escenario de esta operación se puede intuir: la subsecuente reacción desmedida del agresor dominante con más inclemencia sobre los miserables o el acaecimiento estrepitoso de las consecuencias. En el fondo, bajo esta acción, no son los últimos los usufructuarios del cambio sino los que aún tienen voz para protestar, fuerza para manifestarse y capacidad para erigir nuevas opresiones. En realidad no importa el triunfo sobre los devastadores sino la ética con la que se erradicó uno de los signos de la intimidación.

Por fortuna, algo ha cambiado. La posibilidad de la denuncia, la memoria, la investigación, la difusión, la comunicación y la crítica (en una palabra, la participación) se hace cada vez más horizontal y permea casi todas las rendijas del tejido social. Según datos aportados por Silvia Pellegrini, decano de la Facultad de Comunicación de la Pontificia Universidad de Chile, en México aún es bajo el acceso a los servicios de red de Internet, pero entre esos usuarios la portabilidad y movilidad es alta en comparación con otros países. Hoy mucho de lo que sucede en las calles y en esos rincones administrados por el silencio cómplice de componendas entre medios y gobernantes o por la comprensible intimidación del crimen indómito, queda registrado aunque no aparezca en la prensa, en los telediarios o noticiarios. Registros, fotografías, audios o videos son herramientas de la denuncia pública que no se puede dejar al margen. Las redes sociales en todas sus manifestaciones –aún en vías en democratizarse- son una ventana a acontecimientos no editados –ni validados- por profesionales de la comunicación y son sustrato que no debe despreciarse en la construcción de nuevos modelos de participación ciudadana y social.

Estos modelos deben aún encontrar caminos de operatividad con marcos regulatorios en los que se conquiste, fragmento a fragmento, la salvaguarda de la utópica aspiración al bien común.

No hablo de la burda negociación de intereses entre grupos de poder o bajo el cálculo político, sino en la operatividad de modelos técnicos, jurídicos y culturales, que aparten a los depredadores de ese tejido social que están a punto de devastar. Los constructos de derechohabiencia, de bienestar, de justicia o de desarrollo personal y comunitario se logran a través de modulaciones en los registros formales de convivencia que garanticen recursos de apropiación de derechos, de custodia en el cumplimiento de responsabilidades y de defensa de la dignidad humana en todo el espectro social.

@monroyfelipe

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