Por Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de las Casas |

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Más de un centenar de obispos mexicanos estamos reunidos en asamblea ordinaria, para reflexionar sobre la importancia de la comunicación al interior de la Iglesia y la comunicación para llevar el Evangelio por los modernos medios de la tecnología comunicacional. Varios expertos del país, de América Latina y del Pontificio Consejo para las Comunicaciones, nos están compartiendo sus puntos de vista al respecto. Se nos ha animado a no tener miedo para acceder a este “continente digital”, sino ser creativos y propositivos, pues de no hacerlo, seríamos irresponsables con nuestra misión evangelizadora.

Hemos dicho que, a nivel de nuestras diócesis, hay bastante presencia en los medios locales; pero es clara nuestra ausencia a nivel nacional. Y los medios forman o deforman las culturas, pueden ayudar a mejorar la vida o difunden actitudes más de consumo que de valores profundos y trascendentes. Las redes sociales pueden despertar un movimiento social para defender derechos, o provocar reacciones violentas que nadie puede controlar. Y allí deben estar presentes el Evangelio, la Iglesia, los valores del Reino de Dios: la paz, la verdad, el bien, la justicia y la reconciliación. Y esta no es tarea exclusiva de los obispos, sino de todos cuantos formamos la Iglesia, sobre todo los laicos bien convencidos de su fe.

PENSAR

Al respecto, dice el Papa Francisco: “Están apareciendo nuevas formas de conducta, que son resultado de una excesiva exposición a los medios de comunicación social. Eso tiene como consecuencia que los aspectos negativos de las industrias de los medios de comunicación y de entretenimiento ponen en peligro los valores tradicionales” (EG 62).

“Vivimos en una sociedad de la información que nos satura indiscriminadamente de datos, todos en el mismo nivel, y termina llevándonos a una tremenda superficialidad a la hora de plantear las cuestiones morales. Por consiguiente, se vuelve necesaria una educación que enseñe a pensar críticamente y que ofrezca un camino de maduración en valores” (EG 64).

“Los ambientes rurales, por la influencia de los medios de comunicación de masas, no están ajenos a estas transformaciones culturales que también operan cambios significativos en sus modos de vida” (EG 73).

“Se impone una evangelización que ilumine los nuevos modos de relación con Dios, con los otros y con el espacio, y que suscite los valores fundamentales. Es necesario llegar allí donde se gestan los nuevos relatos y paradigmas, alcanzar con la Palabra de Jesús los núcleos más profundos del alma de las ciudades” (EG 74).

ACTUAR

Estemos abiertos a las nuevas posibilidades que nos abren las tecnologías para la comunicación, no para hacernos propaganda proselitista, ni por otros intereses económicos, sino para comunicar el gran tesoro que hemos recibido, que es la persona de Jesús, su amor y su misericordia, su perdón y esperanza. En Jesús encontramos el camino para enfrentar cualquier problema, sea personal, familiar, comunitario, nacional y mundial.

Si los asesinos de los jóvenes de Ayotzinapa hubieran conocido bien a Jesús, más allá del catecismo que quizá aprendieron de niños, y si hubieran tenido una oportunidad de un encuentro vivo y personal con El, su conducta sería totalmente otra. Quien conoce a Jesús y se decide por El, nunca hará daño a nadie; todo lo contrario, tratará a los demás como hermanos, hijos del mismo Padre Dios.

Si los ladrones, extorsionadores, violentos, infieles, mentirosos, secuestradores, alcohólicos, drogadictos, tratantes de personas, agresores sociales, anárquicos, injustos, explotadores de migrantes, etc., conocieran a Jesús y su Evangelio, otra sería su forma de vivir, pues El nos enseña a amarnos, a respetarnos, a ayudarnos, a ser solidarios.

Si usted piensa que estos son consejos piadosos, le reto a que haga la prueba de acercarse a Jesús, por medio de su Palabra, por la oración, por los sacramentos, por la participación en grupos apostólicos y, sobre todo, por servicios a los pobres; verá que su vida cambiará por completo. Haga la prueba y “verá cuán bueno es el Señor”.

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