La violencia es una constante a la que se exponen los niños mexicanos, tanto en el interior de sus hogares como en el ámbito público: seis de cada diez infantes en nuestro país han padecido violencia, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
En el marco del Día Universal del Niño, establecido hace 25 años por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el maestro Jesús Piña, académico del Área de Reflexión Universitaria (ARU) de la Universidad Iberoamericana, recordó que la mejor arma que tienen los niños contra la violencia son las redes de afecto en la familia.
A los hijos hay que “abrazarlos, mirarlos a los ojos. Es importante crear unidades específicas e intangibles de afecto que a la larga tienen el potencial de crear una coraza de protección muy fuerte frente a situaciones de violencia”, expresó.
Gran parte de la violencia que experimentan los niños a nivel de víctima es debido a que se encuentran en una situación de indefensión, de vulnerabilidad o de falta de afecto, lo cual les impide contar con una autoestima fuerte, aseguró el psicoterapeuta.
La mitad de la niñez mexicana se encuentra en una situación de vulnerabilidad y pobreza, de acuerdo con el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), lo que genera condiciones para que los niños repitan patrones de agresión dentro y fuera de sus hogares.
Por otro lado, Piña advirtió que no se debe culpar a los medios de comunicación de ser los únicos promotores de la violencia en la niñez.
Aunque declaró que sí existe un fenómeno colectivo que implica que la sociedad se acostumbre a la violencia debido a su constante exposición a imágenes y textos relacionados con ella, aclaró que el evitar que los niños reproduzcan agresiones es responsabilidad de sus padres.
“Los hijos ven, los hijos hacen, sobre todo si son pequeños. La pieza clave no está en los niños. Los padres deben recordar que tanto han concientizado el hecho de que ellos son los actores clave, y lo que hagan o no hagan, digan o no digan, sientan o no sientan, cualquier cosa que ellos realicen sus hijos lo tomarán como un modelo consciente o inconsciente”, clarificó el profesor.
Lo ejemplificó con los padres que ven programas de televisión con contenido violento: el problema, precisó, no está en las imágenes que aparecen en la pantalla de televisión, sino en la actitud que toman los progenitores ante lo que se transmite.
Piña recomendó a los padres preguntar a sus hijos cómo interpretan la violencia que aparece en los medios a los que están expuestos.
Otro mecanismo importante, además de acompañarlos mientras miran la televisión o navegan por Internet, es “que sientan que su papá o su mamá los acompaña a compartir lo que ven, o a lo que juegan, por un ratito”.
Universidad Iberoamericana