Luego de haber celebrado en comunión con el Santo Padre el misterio de la Natividad del Señor, misterio de la Luz que brilla en las tinieblas, de la Palabra hecha carne, del Pan que ha bajado del cielo, Francisco volvió a abrazar esta vez a más de 80 mil fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro para escuchar su mensaje navideño y recibir la bendición Urbi et Orbi. Desde el balcón central de la Basílica vaticana el Pontífice se dirigió a Roma y al mundo. “Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud”, deseó el Papa. “Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura”.

Palabras del Papa Francisco

Que Jesús salve a tantos niños víctimas de la violencia, objeto de tráfico ilícito y trata de personas, o forzados a convertirse en soldados.Niños, tantos niños abusados. Que consuele a las familias de los niños muertos en Pakistán la semana pasada. Que sea cercano a los que sufren por enfermedad, en particular a las víctimas de la epidemia de ébola, especialmente en Liberia, Sierra Leona y Guinea. Agradezco de corazón a los que se están esforzando con valentía para ayudar a los enfermos y sus familias, y renuevo un llamamiento ardiente a que se garantice la atención y el tratamiento necesario.

Niño Jesús, mi pensamiento se dirige hoy a todos los niños asesinados y maltratados, ya sea aquellos antes de ver la luz, privados del amor generoso de sus padres y sepultados por el egoísmo de una cultura que no ama a la vida, que a los niños desalojados a causa de las guerras y de las persecuciones, abusados y explotados delante de nosotros y con nuestro silencio cómplice; y a los niños masacrados bajo los bombardeos, tambien allí donde nació el hijo de Dios. También hoy en día su silencio impotente grita bajo la espada de los tantos Herodes. En su sangre campea hoy la sombra de los actuales Herodes. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con las lágrimas del Niño Jesús.

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo ilumine hoy nuestros corazones, para que podamos reconocer en el Niño Jesús, nacido en Belén de la Virgen María, la salvación que Dios nos da a cada uno de nosotros, a todos los hombres y todos los pueblos de la tierra. Que el poder de Cristo, que es liberación y servicio, se haga oír en tantos corazones que sufren la guerra, la persecución, la esclavitud. Que este poder divino, con su mansedumbre, extirpe la dureza de corazón de muchos hombres y mujeres sumidos en lo mundano y la indiferencia. En aquella globalización de la indiferencia. Que su fuerza redentora transforme las armas en arados, la destrucción en creatividad, el odio en amor y ternura. Así podremos decir con júbilo: «Nuestros ojos han visto a tu Salvador».

Con estos pensamientos, Feliz Navidad a todos.

 

(Raúl Cabrera-Radio Vaticano)

http://www.news.va/es/news/jesus-salvador-del-mundo-traiga-la-paz-deseo-del-p

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