Por Francisco Xavier Sánchez |

Estamos estrenando un nuevo año que no sabemos si lo terminaremos o no, pero por lo pronto lo hemos iniciado. Tantos proyectos buenos a “largo plazo” que deben tener como finalidad vivir bien el “día a día”. Porque los 12 meses del 2015 y sus 365 días se deben de ir llenando con las 24 horas que tiene cada día.

“Cada día tiene su propio afán”, decía el Señor. Y tenía razón. Porque de qué nos sirve hacer tantos proyectos para el futuro si dejamos pasar el presente en nuestras manos. Y también decía: “Miren cómo crecen las flores del campo, que no trabajan ni tejen. Yo les aseguro que ni Salomón en el esplendor de su gloria se vistió como una de esas flores. Y si Dios viste así a las flores del campo, que hoy florecen y mañana se echan al fuego, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?” (Mateo 6, 28-30).

Con sinceridad tengo varios planes a “largo plazo”, pero me gustaría tanto “mandarlos a volar” para poder concentrarme en el cada día que Dios me regale al levantarme.

Sí Señor, al iniciar este año permite vivir “sólo por hoy” como dicen mis amigos de Alcohólicos Anónimos (AA). Permíteme vivir al máximo las horas, los minutos y los segundos que me vayas regalando, lo demás es para el calendario.

El día de ayer (sábado 3 de Enero) tuve una tentación muy fuerte durante todo el día, algo que me obsesionaba con insistencia. Ya por la tarde celebré la misa como pocas veces la he celebrado. Yo me decía a mí mismo y le decía al Señor mientras oficiaba: “¿Cómo es posible que me hayas elegido a mi Señor?” “¿Por qué no elegiste a alguien más fuerte y más virtuoso?” Y el Señor me respondió con su silencio. Era yo quien estaba allí y no otro. De pronto me concentré y dije. “¿Y si esta misa fuera la última que yo celebrara en mi vida?” Y tuve que hacer un esfuerzo para retener las lagrimas que estaban a punto de mostrarse. El hecho de saber que el Señor estaba allí, muriendo por mí y por el grupito de personas que escuchaban misa, me pareció extraordinario. Afuera estaba el mundo y sus problemas, dentro de mí existía esa terrible tentación, pero entre mis manos débiles y temblorosas el Señor palpitaba en la hostia. Poco a poco fui encontrando la paz que yo buscaba mientras me concentraba en cada palabra que pronunciaba de la misa.

A quienes lean estas líneas les deseo que vivan cada día como si fuera el único y el último de su existencia. Creo que haríamos cosas maravillosas si confiáramos más en el Señor y menos en nuestros propios planes. Feliz inicio de año 2015.

Por favor, síguenos y comparte: