Por Francisco Xavier Sánchez |

En estos días participé con toda mi familia a la fiesta de los para-chicos en Chiapa de Corzo, Chiapas. Una experiencia cultural, familiar y religiosa extraordinaria.

La fiesta de los para-chicos se remonta a tiempos de la colonia española en México. La Sra. Angulo tenía a su hijo enfermo y lo encomendó a San Sebastián. Se dice que era una persona noble y buena con los nativos del lugar. Ellos, en agradecimiento, se pusieron mascaras que imitaran rostros españoles y se pusieron a danzarle al niño para que estuviera contento a pesar de su enfermedad. El niño recobró la salud y la tradición surgió desde entonces.

Durante la fiesta (del 15 al 23 de Enero de cada año) las calles de Chiapa de Corzo se llenan todos los días de danzantes, cientos, miles de parachicos que acompañan a alguna estatua de San Sebastián mientras se baila, se toca una sonaja y se entonan vivas a todos los santos que pueda uno recordar en esos momentos. ¡Viva San Sebastián muchachos! ¡Viva!; ¡Viva San Francisco de Asís muchachos! ¡Viva!; ¡Viva la Virgen de Guadalupe muchachos! ¡Viva!; etc., etc.

El baile religioso hace parte de las grandes civilizaciones como la azteca y la maya por ejemplo. En África no se puede concebir una celebración religiosa (la misa por ejemplo) sin el tam tam de los tambores y los movimientos del cuerpo, lo mismo sucede con celebraciones asiáticas. Las misas tan “rígidas”, tan “serias” y tan “cuadradas” que tenemos en México, son influencia europea. Las celebraciones judías mismas están llenas de cantos y de bailes que buscan alabar a Dios con todo el cuerpo. Como ya lo hacía el rey David en su tiempo. Ya me imagino a Cristo bailando junto con sus discípulos y con su madre en las bodas de Caná por ejemplo.

Yo nunca he sido bueno para el baile. Y no es que mi religión me lo prohíba sino que es mi reumatismo y mis pies chuecos. Desde chico crecí con cierta represión corporal. No desahogaré mis penas públicamente en este blog ya que no es lugar para hacerlo. Lo que quiero decir es que para mí el baile religioso tiene un matiz diferente. Es una forma de orar con los pies cuando la cabeza ya no da para más. Además tal vez el hecho de hacerlo con mascara permite un cierto anonimato que propicia una oración humilde y sin protagonismos.

Tenemos tanto que orar en México y por los mexicanos, que nuestros huaraches se deben acabar de tanto baile y nuestras rodillas pelar de estar hincadas. En el mismo Chiapas, unos días antes, el gobernador Manuel Velasco se hizo famoso en las redes sociales por dar una cachetada a uno des sus empleados. Un tipo prepotente que aspira a ser presidente de la Republica. Manuel Velasco es una copia mal hecha de Peña Nieto, es el Dr. Simi de la política: “lo mismo pero más barato·. Pobre México, un país que todo mundo quiere ordeñar y pocos servir. Hasta un payaso y un futbolista se han propuesto como candidatos políticos. Es un asco la política en México.

Tal vez el baile religioso, con el movimiento del cuerpo, nos permita entender mejor la expresión de nuestra fe como dinamismo y no como pasividad, como lucha colectiva y no como aislamiento personal. ¡Viva San Sebastián!

 

 

Por favor, síguenos y comparte: