Por Juan Gaitán |
¿El Matrimonio es una vocación? Esta pregunta puede resultar sorprendente, incluso ofensiva si no se le comprende, pues el lenguaje cotidiano nos lleva a responder que obviamente el Matrimonio sí es una vocación. Sin embargo, me parece interesante comentar algunos matices que ayudan a una comprensión más precisa de este sacramento.
Vocación universal
Antes de hablar de vocaciones específicas (laicado, vida consagrada y sacerdocio), es preciso dejar por sentado que existe una vocación universal a la santidad. Es decir, Dios quiere que todos sus hijos, sin importar su tipo de vida, sean bienaventurados, sean felices; y la fuente de esta santidad está en Dios, Aquél que es toda bondad, todo amor y toda felicidad.
Por desgracia, aún sufrimos las consecuencias de que durante algunos siglos la Iglesia haya utilizado el término «vocación» únicamente para el llamado al sacerdocio y a la vida consagrada. El llamado a la vida laical fue retomado hasta hace poco con teólogos como John Henry Newman o Yves Congar, pero aún son muchos los laicos que no son conscientes de tener una misión específica en el mundo, planeada por Dios para cada uno.
Formas de vida
Ahora bien, las vocaciones específicas en la Iglesia son tres: Laicado, vida consagrada y sacerdocio. ¿En dónde queda el Matrimonio? Cada una de estas tres vocaciones específicas cuenta con diferentes formas de vida.
Para los consagrados, la forma de vida es el celibato, para los sacerdotes es el celibato y en la Iglesia Ortodoxa, que cuenta con sucesión apostólica, también el Matrimonio. Para la vida laical está el Matrimonio, la viudez y la soltería.
Los oficios y profesiones, por su parte, también son formas de vida que va adquiriendo cada persona dentro de su vocación específica. Cuántas veces no hemos escuchado: «tiene vocación de profesor». Para ser precisos, habría que decir que ser maestro es una forma de vida.
Entonces, ¿el Matrimonio es una vocación?
¿Por qué diferenciar entre vocaciones específicas y formas de vida? La misión a la que Dios llama a cada persona está ordenada a la vocación específica que Él mismo pide. Esto no significa despreciar o aminorar la importancia de las formas de vida, más bien es hacer consciente a cada persona del carácter del llamado que Dios le hace.
Las formas de vida deben cuidarse, cultivarse, amarse. Sobre todo si se trata de un sacramento, como en el caso del Matrimonio. Las formas de vida son plataformas para vivir la vocación, son el ambiente diario que debe impulsar a la persona a anunciar la Buena Noticia, pero no se debe perder de vista las líneas generales que cada vocación específica plantea.
Es decir, si una persona es casada, debe su vida a su familia, mas no se limita a ello, sino que desde ese deber su vida a su familia, debe buscar la construcción del Reino de Dios en la sociedad a la que pertenece, estando en «el mundo», transformándolo, pero sin pertenecer a sus esquemas. La realización de la justicia, por ejemplo, es una tarea en la que los laicos ocupan un lugar principal, más que los sacerdotes o consagrados. Ningún hombre o mujer casado debe perder esto de vista.
Así, una persona cuyo Matrimonio ha «fracasado» no pierde por eso su misión de llevar el Reino de Dios a los ambientes seculares en los que se mueve. La misión sigue en pie, mientras que la forma de vida le exige nuevas consideraciones.
En conclusión, ¿el Matrimonio es una vocación? En un sentido amplio (acorde al lenguaje coloquial) sí lo es. En un sentido propio, habría que decir que se trata de una forma de vida de la vocación al laicado. De este modo, tanto formas de vida como vocaciones específicas constituyen el llamado que Dios hace a cada bautizado en particular.
Por todo eso, es urgente reflexionar el llamado a la vida laical. Para esto recomiendo leer el artículo Los deberes de los laicos, cuyo link de internet dejo enseguida, pero sobre todo al Capítulo IV del documento Lumen gentium, que considero todo laico debería leer (también está el link enseguida).
Artículo Los deberes de los laicos en:
https://elobservadorenlinea.com/2013/11/los-deberes-de-los-laicos/
Lumen gentium:
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