Por Jorge Traslosheros H. |
La crisis de seguridad y justicia se ha convertido en nuestra más urgente periferia existencial. Vivimos atrapados en la incertidumbre incluso para contestar el teléfono y ninguna cifra oficial puede cambiar nuestra percepción. Es simple. La realidad no miente.
El crimen organizado está en la raíz de la crisis, cierto, pero no es todo. La falta de justicia, suprema responsabilidad del Estado, ha generado un problema de credibilidad en las instituciones, aprovechada muy bien por diversos grupos para atizarle a la lumbre y poner los fierros a calentar.
Los hechos me recuerdan la canción de Paco Ibáñez “El mundo al revés” con sus príncipes malos, brujas hermosas, piratas honrados, lobos buenos y corderos malvados. Para mí es un recurso cotidiano de oración pues me ayuda a recordar el muy católico principio de interpretación: la realidad está por encima de la ideología. Veamos el enredo derivado de la tragedia de Ayotzinapa, a guisa de ejemplo.
La versión final del gobierno fue dicha. Parece consistente, pero enfrenta un problema difícil de superar ante la crisis de credibilidad, atentos al viejo principio de criminalística: sin cadáver no hay muerto. Estamos en el reino de la incertidumbre donde basta sembrar dudas, sin requisito de comprobación, para poner en entredicho el relato oficial.
La versión oficial ha sido rechazada por los líderes de los grupos políticos de Guerrero que se confrontan no sólo con el gobierno federal, sino contra el Estado y desde hace varias décadas. No presentan una versión alternativa, sino un conjunto de sospechas. Han dicho que el gobierno los eliminó, o que el ejército los tiene escondidos, o que las fuerzas de seguridad pública colaboraron en su captura y entrega a quienes después los desaparecieron; pero no mencionan al crimen organizado por su nombre, gran protagonista de los acontecimientos. No importa si las líneas discursivas son consistentes con los hechos. Se trata de mantener la incertidumbre como instrumento de lucha política. Utilizan tácticamente a los padres de familia para garantizar el chantaje sentimental en detrimento de la razón. El día que los padres dejen de ser útiles a su causa los desecharán cual trapos viejos.
Estamos en el mundo al revés. La pregunta ya no es quiénes desaparecieron a los muchachos, sino quiénes no quieren que aparezcan por las ganancias políticas que reporta. El gobierno, acusado de desaparecer a los jóvenes, se esmera al extremo para encontrarlos; pero quienes gritan por su presentación se esfuerzan para que no aparezcan en manera alguna. Los miembros del gobierno federal, acusados de agredir a la sociedad, buscan hacer valer las únicas vías legítimas que tiene el Estado de derecho para hacer justicia; pero quienes se dicen agraviados batallan sin cuartel agrediendo a la sociedad a la cual dicen defender, en detrimento de la certidumbre necesaria para la convivencia. Los acusados de trasgredir la democracia se esmeran para que se desarrollen adecuadamente las próximas elecciones en Guerrero; pero los autoproclamados defensores de la libertad sabotean y queman, literalmente, las instituciones de la sociedad civil que a los mexicanos nos ha tomado décadas construir.
En este mundo al revés, ¿quiénes son las brujas y cuáles los príncipes, dónde están los lobos y los corderos, adónde los piratas honrados? Los católicos estamos obligados a llamar a la razón para reconstruir el tejido social bajo este principio tan elemental de interpretación: la realidad está por encima de la ideología.
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