Por Juan Gaitán |

No se puede ser cristiano y no ser consciente de la misión de construir el Reino de Dios. Cuando la Iglesia se olvida de esta misión ¡se vuelve infiel a Cristo!

No debe dejar de insistirse en que este Reino es el punto central de la predicación de Jesús, la cual, según Marcos, comienza así: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en la Buena Nueva.» (Mt 1,15).

Pecado y Reino de Dios: Dos realidades opuestas

La Cuaresma es un tiempo litúrgico que explícitamente se nos propone como un camino para esta conversión que menciona Marcos. Es un proceso para dejar el pecado, para que muera en nosotros lo que debe morir.

Esto responde a una lógica sencilla que ya se puede notar: El Reino de Dios y el pecado son dos realidades opuestas. Jesús, quien inaugura el Reino, acoge a los pecadores y les propone un cambio de vida para que sean felices, bienaventurados. Para seguir a Jesús es necesario dejar las esclavitudes para comprometerse con su proyecto. Sólo con esta actitud se podrá celebrar la Pascua del Señor.

Pecado: El anti-Reino*

Una manera, así pues, de entender el pecado (un tema muchas veces malentendido y manipulado) es contrastándolo con el concepto de Reino de Dios:

El Reino es una realidad inaugurada por Jesús, en la que se viven relaciones de amor impulsadas por el Espíritu, en la que existe una actitud de desprendimiento y de compromiso con la justicia. Las actitudes fundamentales son fe en Cristo y su proyecto, esperanza en que la muerte y el mal no tendrán la última palabra y un amor radical.

Entonces, ¿qué es el pecado? En esta perspectiva el pecado es formar parte de una realidad de anti-Reino. Romper relaciones de amor, tender al individualismo, desocuparse de la justicia, rendirse ante las situaciones adversas, rechazar el camino de felicidad que Dios propone, así como su proyecto de formar una amorosa familia humana.

Si los valores del Reino son fraternidad, compasión y perdón, el anti-Reino asume el egoísmo, la insensibilidad, la crueldad, la dureza de corazón, el desprecio y la venganza. Quien vive en el Reino de Dios se sabe necesitado de otros, quien vive en el anti-Reino se considera autosuficiente.

La Cuaresma: Arrepiéntete de vivir en el anti-Reino

En la Cuaresma solemos poner atención al examen de conciencia. Esta forma de entender el pecado puede darnos nuevas luces: ¿Construyo en el mundo el Reino de Dios o más bien un anti-Reino?

Siguiendo esta reflexión, podríamos decir acertadamente que la Cuaresma es un tiempo para arrepentirnos de ser esclavos del anti-Reino, y emprender el camino hacia el Reino de Dios, en el que seremos recibidos, como el hijo pródigo, con el mejor de los banquetes.

*Esta terminología está tomada de Soy Jesús de Nazaret… ¡mucho gusto! del P. Daniel Landgrave (pp. 65-74).

 

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