Misiones salesianas |
El arzobispo de Tegucigalpa, el salesiano Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, ha hecho en la sede de Naciones Unidas un llamamiento a proteger el derecho al agua y al saneamiento para evitar millones de muertes. Esta reivindicación forma parte de su mensaje en honor del Bicentenario del Nacimiento de Don Bosco, y que evidencia el papel profético necesario en toda sociedad para adelantarse a los problemas, y que Don Bosco demostró tan bien en su tiempo.
El mensaje, publicado por el diario La Tribuna de Honduras, señala, además, que «el año pasado Centroamérica vivió la peor sequía del último lustro, dejando millones de personas al borde de la inanición». Así queda demostrado en el corredor seco que se extiende por Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua, donde los agricultores de subsistencia están compitiendo por conseguir agua para cultivar arroz y frijoles en contra de grandes proyectos mineros que requieren mucha agua.
Monseñor Maradiaga parte de un dato que no admite contestación: «Un niño muere de una enfermedad relacionada con el agua cada 21 segundos y se calcula que 3,4 millones de personas mueren cada año por el agua contaminada y las enfermedades relacionadas con la higiene, por lo que es esencial que se mida y declare el compromiso que protege el derecho humano al agua y saneamiento».
La apuesta es clara por las personas que se adelantan a su tiempo como Don Bosco: «La gente profética es capaz de leer los signos de los tiempos y luego levantar su voz para desafiar a la comunidad y hacer frente a los retos que han visto. Una de esas personas profética fue San Juan Bosco. En respuesta a la intensa pobreza de su tiempo, la falta de protección en las nuevas industrias no reguladas creadas por la revolución industrial y la explotación de los trabajadores jóvenes, se dedicó a la mejora de las perspectivas de los jóvenes», comenta el arzobispo de Tegucigalpa.
En un informe del Foro Económico Mundial, 900 expertos determinaron que la crisis de agua dulce era el mayor riesgo individual al que se enfrenta el mundo hoy en día.
La escasez mundial de agua dulce amenaza la salud pública, afecta a la producción de alimentos, profundiza el impacto de la pobreza, aumenta el riesgo de conflictos dentro y entre las comunidades y magnifica los efectos de la crisis climática.
«El agua y el saneamiento deben ser reconocidos a nivel nacional e internacional como un derecho humano y los gobiernos deben cumplir con su obligación de garantizar el uso sostenible y la distribución equitativa de los suministros de agua dulce del mundo si queremos detener la creciente amenaza de las sequías y la escasez de agua», asegura monseñor Maradiaga.