COLUMNA FE Y RAZON | Por Luis-Fernando Valdés |
En el mes de febrero es costumbre que el Santo Padre convoque a los cardenales para celebrar un “consistorio”, reunión para “crear” (=nombrar) nuevos cardenales y para tomar algunas decisiones importantes.
Francisco ha aprovechado estos días de reuniones, para explicar cuál debe de ser el perfil humano y espiritual de los cardenales. Les indicó que sean ejemplo de caridad: “personas capaces de perdonar siempre; de dar siempre confianza, porque estamos llenos de fe en Dios; capaces de infundir siempre esperanza, porque estamos llenos de esperanza en Dios; personas que saben soportar con paciencia toda situación y a todo hermano y hermana, en unión con Jesús, que llevó con amor el peso de todos nuestros pecados” (Homilía, 14 febrero 2015).
Se trata pues de la reforma interior de las personas que tienen a su cargo un puesto de colaboración con el Papa. Como es lógico, si los cardenales son mejores cristianos, la Iglesia universal y sus respectivas Iglesia locales cumplirán mejor su labor evangelizadora.
Además, el Obispo de Roma, ha aprovechado la concurrencia de purpurados a Roma, para avanzar en la reforma administrativa de la curia. El Consejo de Cardenales, llamado “C9”, presentó el proyecto de la posible fusión de algunos Pontificios Consejos, con el nacimiento de dos grandes dicasterios: uno dedicado a los laicos (que incluiría la familia y la vida); y el otro, dedicado a la caridad y a la justicia. En ambos podrían colaborar laicos y familias. [Vatican Insider, 9 febrero 2015]
¿Por qué estos mensajes y estas decisiones han pasado un poco desapercibidas por los medios, si son fundamentales? Seguramente porque aún no se ha entendido del todo qué es lo que se tiene que cambiar y por qué razones.
El Santo Padre ha dicho expresamente cuál es la razón de fondo de estos cambios: la evangelización. “La reforma de la Curia no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un testimonio cristiano fuerte, favorecer una evangelización más eficaz” y “alentar” el espíritu ecuménico y el diálogo con todos. [Vatican Insider, 12 febrero 2015]
Todo los cambios están en función de llevar el mensaje de Cristo a todos los católicos y a todas las personas. Pero esta misión evangelizadora es de toda la Iglesia, no solo del Pontífice; en cada diócesis el responsable es el Obispo, ayudado por sus sacerdotes y fieles. Y para impulsar a todas las diócesis y a todas las instituciones de la Iglesia, el Papa es apoyado por la Curia romana.
Y es ahí donde está el núcleo de lo que el Papa quiere reformar: busca que ese organismo responda a los retos de este tiempo y sea más ágil. Como se puede ver, el Santo Padre no está buscando cambiar a la Iglesia universal, sino al organismo consultor que lo auxilia, que es la Curia.
Sin embargo, con frecuencia se confunde a la Curia con la Iglesia universal, lo cual equivale a reducir una escuela a sus oficinas administrativas y al gobierno de una nación con las ventanillas de sus dependencias.
Quienes buscan una teoría de conspiración contra el Papa, quienes se empeñan en ver una pugna de poderes en los pasillos vaticanos, o quienes desean un modificación radical de los principios de la moral católica, quizá no serán capaces de percibir los verdaderos cambios. Y posiblemente al final de este pontificado dirán: “Francisco también fue un Papa conservador”.
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