Misiones salesianas |
El padre Ángel Fernández Artime lleva un año como Rector Mayor y ha querido hacer una reflexión sobre el trabajo de los Salesianos en los 133 países en los que están presentes, sobre el carisma que los empuja y sobre los desafíos que los Salesianos tienen por delante.
Don Bosco era un soñador. Como Sucesor de Don Bosco, ¿cuál es su sueño para los Salesianos?
R. De todo lo que forma parte de mi sueño, elijo dos aspectos que me llegan muy al corazón. Sueño con una Congregación de Salesianos de Don Bosco en la que todos y cada uno, sin excepción, de sus miembros nos sintamos plenamente felices de vivir la vida que hemos elegido en favor de los jóvenes. Sueño con que todo el mundo que nos vea diga: ¡qué felices se les nota a estos salesianos! Y que nuestra respuesta fuese: lo somos porque llena nuestra vida el Señor y porque nos llena dar la vida a los jóvenes. Y sueño con una Congregación que dentro de cinco años pueda decir que hemos seguido creciendo en autenticidad y fidelidad a lo más esencial de nuestro carisma salesiano.
P. ¿Hay algún aspecto particular para mejorar hoy y volver al gran sueño de Don Bosco?
R. Tras este año los grandes desafíos que se nos presentan a los Salesianos guardan relación con nuestra autenticidad en la vivencia de nuestra vida religiosa consagrada y del carisma recibido. Hay una dirección de la que jamás hemos de desviarnos lo más mínimo: la opción preferencial por los jóvenes (a veces son adolescentes y niños en su proceso de crecimiento), y entre todos ellos, siempre los más pobres, necesitados, abandonados y excluidos. Si caminamos siempre en esa dirección, no tenemos nada que temer.
P. ¿Cuáles son las realidades que, después de un año como Rector Mayor, le parecen más significativas?
R. De las que he conocido en los viajes de este año a cuatro continentes, y consciente de que podré conocer muchas más realidades hermosas en los próximos años, resalto, en general, el servicio que hemos prestado a miles y miles de jóvenes necesitados en todo el mundo, y en particular subrayo el trabajo de los misioneros salesianos con los muchachos huérfanos del ébola en Liberia y Sierra Leona, destaco la búsqueda y encuentro con los chicos de la calle en tantas naciones del mundo, subrayo la acogida de refugiados en las casas salesianas, como en Sudán del Sur oRepública Centroafricana, sin olvidar la atención a cientos de menores inmigrantes, en casas del mediterráneo o del este europeo o en el Medio Oriente. Y no puedo olvidarme de otros refugiados de los conflictos bélicos en varias fronteras, que se encuentran en algunas de nuestras presencias, y también que nos hemos mantenido presentes entre la población y los jóvenes, cada día, ante el fuego de las armas en Siria.