Por Felipe Arizmendi Esquivel, Obispo de San Cristóbal de Las Casas |

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Una parroquia de nuestra diócesis organizó una peregrinación hasta la capital del Estado, con el objetivo de hacer oración y penitencia, para pedir a Dios la conversión de quienes se benefician de la venta de alcohol, del trasiego de drogas y armas, de quienes abusan del poder político y económico y siguen oprimiendo al pueblo, lo cual provoca inseguridad, violencia y corrupción. Caminar cuatro días soportando cansancio, calor, hambre e inclemencias del tiempo, no es una evasión turística, ni una campaña electoral contra algún partido, sino un sacrificio, un via crucis, para orar para que el pueblo pueda vivir en paz y armonía social, sin atropellos a sus derechos.

Apoyamos esta peregrinación, porque ya se han hecho otras, tanto a nivel parroquial como diocesano, con peticiones y reclamos semejantes, y no se han visto resultados palpables. Si cierran dos o tres cantinas, autorizan muchas más y el alcohol hace estragos en la vida de los pobres, para el beneficio económico de unos pocos. La inseguridad y la corrupción no se detienen. La ambición por el poder político y económico contamina todo. No podemos quedarnos con los brazos cruzados ante tanto daño que se causa al pueblo, sobre todo a los pobres.

PENSAR

El Papa Francisco es muy insistente en que la Iglesia no puede quedarse encerrada en los templos, esperando pasivamente que la gente se acerque a las celebraciones, sino salir, salir y salir, para curar tantas heridas que sufren los pobres. Dice: “La tarea evangelizadora implica y exige una promoción integral de cada ser humano. Ya no se puede decir que la religión debe recluirse en el ámbito privado y que está sólo para preparar las almas para el cielo…  Por consiguiente, nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos por la salud de las instituciones de la sociedad civil, sin opinar sobre los acontecimientos que afectan a los ciudadanos… Una auténtica fe siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo… Todos los cristianos, también los Pastores, están llamados a preocuparse por la construcción de un mundo mejor” (EG 182-183).

Nos enseña cómo con la oración también se puede lograr cambios sociales y políticos: “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo, la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes y los poderes financieros levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes? Estoy convencido de que a partir de una apertura a la trascendencia podría formarse una nueva mentalidad política y económica que ayudaría a superar la dicotomía absoluta entre la economía y el bien común social” (EG 205).

Vale mucho su palabra a los obispos de Ucrania, que nos ilumina también al programar cómo hacer una peregrinación: “Sois plenamente ciudadanos de vuestro país y, por eso, tenéis el derecho de exponer vuestro pensamiento acerca de su destino. No en el sentido de promover una acción política concreta, sino en el de indicar y reafirmar los valores que constituyen el elemento unificador de la sociedad, perseverando en la búsqueda incansable de la concordia y del bien común, incluso frente a las graves y complejas dificultades”(20-II-2015).

ACTUAR

Que nuestras peregrinaciones sean eso, momentos de oración y sacrificio, no para ser vistos por la gente y por la prensa, sino para que nuestros clamores lleguen al corazón de Dios y nos ayude a que los corazones cambien y nuestros pueblos tengan Vida.

Insistimos en que una peregrinación no degenere en marcha, en mitin, donde sólo se expresen inconformidades y denuncias contra los poderes políticos y económicos, sino que sea un acto fundamentalmente religioso, un tiempo de oración y que no falten las celebraciones eucarísticas. Que las organizaciones que se unan, asuman el espíritu de la peregrinación y no la aprovechen para sus fines políticos o económicos.

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