»La inequidad, la injusta distribución de las riquezas y de los recursos, es fuente de conflictos y de violencia entre los pueblos, porque supone que el progreso de unos se construye sobre el necesario sacrificio de otros y que, para poder vivir dignamente, hay que luchar contra los demás». Es parte del mensaje que el Papa Francisco envió al Presidente de Panamá, Juan Carlos Varela Rodríguez, anfitrión de la VII Cumbre de las Américas, dedicada esta vez al tema »Prosperidad con equidad: el desafío de la cooperación en las Américas».
»El bienestar así logrado es injusto en su raíz y atenta contra la dignidad de las personas. Hay »bienes básicos», como la tierra, el trabajo y la casa, y »servicios públicos», como la salud, la educación, la seguridad, el medio ambiente…, de los que ningún ser humano debería quedar excluido. Este deseo –que todos compartimos–, desgraciadamente aún está lejos de la realidad…. El gran reto de nuestro mundo es la globalización de la solidaridad y la fraternidad en lugar de la globalización de la discriminación y la indiferencia y, mientras no se logre una distribución equitativa de la riqueza, no se resolverán los males de nuestra sociedad ».
Francisco constata que si es cierto que muchos países han experimentado un fuerte desarrollo económico en los últimos años, »no es menos cierto que otros siguen postrados en la pobreza. Además, en las economías emergentes, gran parte de la población no se ha beneficiado del progreso económico general, sino que frecuentemente se ha abierto una brecha mayor entre ricos y pobres». »La teoría del »goteo» o »derrame» -anota- se ha revelado falaz: no es suficiente esperar que los pobres recojan las migajas que caen de la mesa de los ricos. Son necesarias acciones directas en pro de los más desfavorecidos, cuya atención, como la de los más pequeños en el seno de una familia, debería ser prioritaria para los gobernantes».
También llama la atención de los participantes en la Cumbre sobre el problema de la inmigración. »La inmensa disparidad de oportunidades entre unos países y otros -constata- hace que muchas personas se vean obligadas a abandonar su tierra y su familia, convirtiéndose en fácil presa del tráfico de personas y del trabajo esclavo, sin derechos, ni acceso a la justicia… En ocasiones, la falta de cooperación entre los Estados deja a muchas personas fuera de la legalidad y sin posibilidad de hacer valer sus derechos, obligándoles a situarse entre los que se aprovechan de los demás o a resignarse a ser víctimas de los abusos. Son situaciones en las que no basta salvaguardar la ley para defender los derechos básicos de la persona, en las que la norma, sin piedad y misericordia, no responde a la justicia. A veces, incluso dentro de cada país, se dan diferencias escandalosas y ofensivas, especialmente en las poblaciones indígenas, en las zonas rurales o en los suburbios de las grandes ciudades. Sin una auténtica defensa de estas personas contra el racismo, la xenofobia y la intolerancia, el Estado de derecho perdería su legitimidad».
»Los esfuerzos por tender puentes, canales de comunicación, tejer relaciones, buscar el entendimiento nunca son vanos. La situación geográfica de Panamá, en el centro del continente Americano, que la convierte en un punto de encuentro del norte y el sur, de los Océanos Pacífico y Atlántico, es seguramente una llamada, pro mundi beneficio, a generar un nuevo orden de paz y de justicia y a promover la solidaridad y la colaboración respetando la justa autonomía de cada nación», señala el Pontífice que concluye manifestando el deseo de que la Iglesia »sea también instrumento de paz y reconciliación entre los pueblos».
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