Por Juan Gaitán |

Es un hecho que en esta vida estaremos una sola vez. Asumir esto –que no es lo mismo que simplemente pensarlo– lleva a una serie de cuestionamientos que nos empujan hacia una de las preguntas fundamentales de la humanidad: ¿Cuál es el sentido de la existencia?

Esta interrogante exige en cada persona una respuesta, aunque sea por simple necesidad psicológica. En los tiempos modernos (o posmodernos) de nuestros días, podemos atestiguar una búsqueda espiritual importante, surgida del vacío existencial que experimenta la sociedad.

El paso por el mundo parece no tener sentido. Así pues, surge la pregunta: ¿Cómo estoy aprovechando esta única vida que se me ha dado? Algunas pistas nos pueden servir para responder esto:

La vocación: Dios tiene un plan para cada persona

Dios ha llamado a cada persona a una vocación específica (sacerdotal, consagrada y laical). Lo que dichas vocaciones tienen en común es que sólo se entienden desde la perspectiva de la entrega. Me explico: El sentido de la vida del sacerdote está en su amor a los fieles; el de la vida consagrada en la entrega a Dios a ejemplo de Jesús de Nazaret; y el de los laicos en la darse a los demás (la familia, la comunidad) para hacer llegar el Reino de Dios a más personas en medio del mundo.

Jesús no sólo es verdadero Dios, sino también verdadero hombre. Mirar a Jesús no es sólo mirar a Dios, sino también al ser humano ejemplar que ha encontrado este sentido de la existencia: Sólo en el amor vale la pena la vida, y el amor es entrega, hasta la muerte.

Llamados a la libertad

Entonces, cuando nos enfrentamos a la pregunta: ¿qué sentido le doy a mi existencia?, pueden surgir muchos «peros» al buscar responder. La vida, como nos la presenta el mundo, está muy lejos de asumir que Dios nos ha creado para el amor, para servir a los demás. Las esclavitudes nos atan, pero el Buen Pastor llama a sus ovejas a la libertad, a no temer a los peligros. Sólo así se puede aspirar a la felicidad.

Vivir cada día con un máximo de sentido cristiano

Este llamado, que Dios hace a cada uno por su nombre, a vivir la entrega y la libertad es clave para buscar el sentido de nuestra existencia. Insistiendo en el ¿cómo voy estoy aprovechando mi vida?, considero que el cristiano convencido de la verdad del Evangelio debe buscar la respuesta en vivir cada día aportando el máximo de su ser cristiano, de su fe, su esperanza y su amor.

Eso de «vivir al máximo» cada día no tiene por qué ser una propuesta hedonista (la simple búsqueda del placer para uno mismo), porque que nuestra fe exige un máximo de entrega.

El mensaje de Cristo, que nos invita a formar parte del Reino de Dios y a anunciarlo a todos los hombres, es también una invitación a aprovechar cada segundo del día. Si se trata de perdonar, perdonar con todo el corazón; si se trata de amar, amar con todo el corazón; si se trata de rezar, de realizar actos de misericordia, de estar en la Eucaristía, de hacerse amigo del pobre… hacerlo con todo el corazón.

Para quien está convencido de que la felicidad está en vivir como Cristo vivió, no hay impedimento que lo detenga.

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