Por Fernando Pascual |

Un niño abandonado a los 3 años, golpeado de modo salvaje por su propio padre a los 5 años, con una vida de vagabundeo y total abandono moral, ¿puede ser feliz?

Tim Guénard empezó a caminar entre sufrimientos inimaginables. Una infancia de dolores con un hambre infinita de cariño. Una adolescencia entre correccionales y una banda de delincuentes. Una vida sexual desenfrenada.

A su alrededor encontró mucho desprecio, indiferencia, odio. Su corazón quedó herido. Por eso anhelaba matar, algún día, a su padre.

Pero junto a los encuentros que le dañaron profundamente, hubo otros encuentros que le abrieron a la justicia y al amor.

Entonces fue posible la esperanza. Llegó la oportunidad de un cambio de vida. Pudo recorrer senderos que le permitieron curar sus heridas interiores.

En un libro-testimonio escrito hace años, Tim Guénard narró su propia historia, describió con palabras lo que puede hacer la fuerza transformadora del cariño. Lo hizo, sobre todo, al describir el regalo que recibió de un minusválido: cinco líneas plasmadas en un papel, después de dos días de intenso esfuerzo, letra a letra.

Ese regalo le permitió descubrir lo que es el amor. Estas son algunas de sus palabras:

“Amar no es solamente decirle al otro que es guapo, sino asegurarle que puede salir adelante. Es decirle al que está magullado: «Eres magnifico». Y también lo es asegurarle: «No tengas miedo de ti mismo ni de tu pasado, no tengas miedo de tus padres. Eres libre, puedes cambiar, puedes reconstruir tu vida». Amar es creer que todas las personas heridas en su memoria, en su corazón o en su cuerpo, pueden transformar su herida en fuente de vida. Amar es depositar expectativas en el otro e inocularle el virus de la esperanza” (Tim Guénard, Más fuerte que el odio).

Así, el amor destruyó en Tim esa idea enfermiza de que uno nace para vivir bien o para ser un desgraciado. Cada ser humano sano puede cambiar, por más dura que haya sido la propia historia.

“Hay que acordarse del pasado, pero no para atorarse en él, sino para mantenerse alerta: no, no cederé a los cantos de sirena que anuncian la fatalidad. Puesto que todos somos únicos, saquemos provecho de ello. Un simple gesto de amor gratuito puede hacer que se desmorone una genética desesperante, puede conmocionar por completo unos cromosomas que, según se pretende, están programados” (Tim Guénard, Más fuerte que el odio).

Desde encuentros buenos, la vida de Tim y la de tantos otros pueden dar un vuelco. Entonces quedan atrás mil penalidades y sus secuelas imborrables.

Un gesto de amor cambia los corazones y rompe los hielos. No sólo en películas como la de Frozen, sino en la realidad de miles y miles de personas que un día descubrieron, detrás de una mirada o de unas líneas, que alguien las amaba incondicionalmente, como reflejo del Amor maravilloso de un Dios que es Padre misericordioso y tierno.

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