Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |
En estos últimos días nos hemos enterado de una noticia aterradora. Al norte de México, en Chihuahua, un niño de 6 años de edad fue asesinado por cinco niños entre 11 y 15 años de edad, que estaban “jugando” con él a ser sus secuestradores. Los relatos del “juego” son aterradores: tortura, asfixia, golpes, varias cuchilladas, para finalmente enterrarlo y tratar de desaparecer su cuerpo. ¿Quiénes son los culpables de todo esto y cómo hacer para detener la escalada de violencia brutal que vivimos ahora en México?
Evidentemente los responsables directos de ese asesinato son los niños, pero también están sus padres y finalmente nuestras autoridades.
Los niños. Según nos dicen los medios informativos esos niños mantenían asoleado al vecindario donde ellos vivían ya que se drogaban y molestaba a la gente. La violencia hacía parte de su vida cotidiana.
Sus padres. Igualmente parece ser que los padres de esos niños robaban, se drogaban y no se preocuparon nunca por dar una correcta educación a sus hijos.
Las autoridades. Varias veces se presentaron denuncias por la agresividad de los niños asesinos, pero las autoridades nunca hicieron nada. En Chihuahua, como en muchos Estados de la República Mexicana, varios lideres políticos están coludidos con narcotraficantes.
Yo vivo en el Estado de México y es preocupante el nivel de corrupción al que hemos llegado. Me imagino que varias de las personas que leen estas líneas tienen historias que contar: secuestros, robos, asesinatos, extorciones, feminicidios, robos de niños, etc., etc., etc. El gobernador del Estado de México una persona corrupta y cínica que pretende ignorar el grado de descomposición que se vive en el Estado que él gobierna. Un Estado que es semillero del PRI (Atlacomulco). Hace apenas pocos días un joven del Valle de Chalco tuvo el valor de preguntarle al candidato del PRI para el Municipio de Chalco, Juan Manuel Carbajal Hernández, si realmente iba a cumplir todo lo que estaba prometiendo. El candidato se molestó por esa pregunta y mandó a golpear al joven que lo había cuestionado.
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Vivimos momentos de barbarie sin precedentes, o tal vez ya existían antes en nuestro país, sólo que ahora los nuevos medios de comunicación los hacen más presentes. ¿Qué hacer?
Hace años se le pidió a la filósofa judía Hannah Arendt que fuera a Jerusalén para cubrir el juicio que se hizo contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. Como fruto de su trabajo ella habló sobre la “banalidad del mal”. Una frase que no fue bien entendida en su momento ya que se pensaba que no centraba su atención en el diabólico Eichmann y generalizaba el tema del mal. Sin embargo lo que la filósofa quería hacernos entender, es que el “clima del mal” –por llamarlo de esa manera– se había generalizado, se había vuelto “banal”. ¿Qué es lo banal? Lo que ya no llama la atención, lo cotidiano, lo ordinario. Esto es algo tremendo, que en la Alemania nazi como en el México contemporáneo el mal se haya vuelto algo banal, que ya no nos asombre. Nos estamos acostumbrando a vivir con el mal, nos estamos inmunizando ya que cada vez tenemos que soportar cantidades mayores de violencia y de brutalidad. ¿Hasta cuando vamos a parar?
En nuestros días nadie está a salvo en México. Quienes tienen mayor responsabilidad en todo esto son nuestros políticos y la población lo sabe. Cada vez es mayor el odio que se tiene a nuestros dirigentes y esto es algo lamentable ya que la Política bien entendida es algo noble y hermoso. Pero ellos la han profanado, la han prostituido. El hecho de que vivamos en un país anárquico (sin Ley) y dónde los que tienen más poder –políticos y narcos– hagan lo que quieran, nos está lamentablemente contagiando.
Es importante por lo tanto vencer el mal con el bien. Educar a los niños a vivir de otra manera, a jugar de manera distinta, a ver otro tipo de películas, a escuchar otro tipo de canciones, a volver a soñar nuevamente. ¿Es mucho pedir? Pareciera ser que en algunas partes de México estamos perdiendo la batalla de los valores morales. No hay que darnos porvencidos. Que el soplo del Espíritu Santo, al que hoy hemos celebrado, sea nuestra fortaleza.
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