Por Gilberto HERNÁNDEZ GARCÍA |

La noticia no deja de conmocionar a México y al mundo: cinco menores –dos niñas de 13 años, un niño de 11 y dos adolescentes de 15– dieron muerte a un niño de 6 años, de una manera por demás violenta tras una larga e indescriptible tortura, cuando «jugaban» que secuestraban al menor –según las propias palabras de los presuntos culpables–.

La reconstrucción de los hechos que realizó la Procuraduría de Justicia revela que, antes de llevarse a Christofer Raymundo Vázquez Mora, los menores habían capturado y matado con saña a un perro callejero. Luego, comandados por un chico de 15 años, partieron en busca de otra presa.

La indignación y el reclamo de justicia de la sociedad chihuahuense por el caso de, va en aumento. Pero también gran parte de la sociedad se pregunta ¿por qué sucedió esto? ¿Qué ven unos chicos en su ambiente que los hace querer ser secuestradores? ¿Qué condiciones se han dado para que unos niños se conviertan en asesinos, con tal saña? ¿Cómo respondemos como sociedad ante un hecho como éste?

Ausencia de valores

Las autoridades han manifestado su preocupación ante este hecho que revive un viejo debate en el país: ¿deben ser castigados penalmente los menores de 16 años que comenten un crimen? Según las leyes vigentes en México, un menor de esa edad no puede ser sujeto de punición por un delito.

Se sabe que los niños os de 11 y 13 años que participaron en el homicidio serán puestos bajo la tutela pública debido a la posible omisión de cuidados en la que pudieran haberse encontrado, lo cual habría dado pauta a un entorno conveniente para la realización de este delito.

Para la Fiscalía General, el homicidio de este niño, en el cual está plenamente identificada la participación de los menores involucrados, constituye más que un problema policiaco, un factor de descomposición social en el que es necesaria la participación de la ciudadanía junto con todos los sectores de la sociedad para la reconstrucción del tejido social.

Otras voces sugieren que la conducta de los niños que presuntamente cometieron el crimen ha sido «influencia por imágenes violentas que ellos vieron como una situación natural». En las investigaciones ha saltado el dato de que el chico de 15 años que lideraba al grupo era un «niño problema»  que había sido expulsado de la escuela hace unos días por mala disciplina; y que junto con los otros menores «se dedicaban a matar animales, como perros y gatos, para divertirse». En los análisis que se hacen se habla de cómo los niños van perdiendo esa capacidad de asombro y van viendo los crimines como algo normal.

Generación de niños sociópatas

Al reflexionar sobre este lamentable hecho, la psicóloga Nora Machuca comenta que «se trata de una generación de niños sociópatas, que están resentidos con la figura paternal de autoridad, y tratarán de mostrar su inconformidad con conductas delictivas e incluso podrán llegar a un mayor nivel como las masacres».

Para la psicóloga el panorama es adverso porque «tendremos que acostumbrarnos a este tipo de violencia ejercida por esta generación de niños sociópatas, resentidos», por lo que consideró necesario fortalecer las redes familiares y luchar contra ello.

Según informaciones que han aparecido en los medios de comunicación, el entorno donde acontecieron los hechos –la colonia Laderas de San Guillermo, al margen oriente de la ciudad de Chihuahua, en el municipio conurbado de Aquiles Serdán–, es común la venta de drogas al menudeo, las ejecuciones callejeras, el refugio de reos que son liberados y se quedan a vivir en esta parte de la ciudad.

Apostara los valores familiares

Por su parte, el sacerdote Eduardo Hayen Cuarón, párroco de la Catedral de Ciudad Juárez y director del periódico diocesano Presencia, comenta que es «la falta de valores familiares lo que hace a los niños crear fuera del hogar la violencia, el bullying, el acoso, hasta llegar a los golpes, y el asesinato», por lo que recomendó a las familias asistir a su Iglesia, a la religión que profesen, para «formar a los niños en la palabra de Dios».

El sacerdote señaló que acontecimientos como éste se deben, en gran medida, a la desintegración familiar, muy común en estos tiempos.

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