ENTRE PARÉNTESIS │ Por José Ismael BÁRCENAS SJ │
Quiero compartir algunas preguntas que me han rondado después de ver la película Calvary: ¿Cuál es el papel que tiene la religión en la vida de una persona o de un pueblo? ¿Cómo se traduciría en la vida cotidiana el tener o no tener fe? ¿Se puede pertenecer a cierta creencia y vivir como si no se tuviera?
Calvary narra la vida de un sacerdote en Irlanda, el Padre James (caracterizado por Brendan Gleeson), vocación tardía que ingresó al seminario después de quedar viudo. Tuvo una racha de alcoholismo de la que se ha repuesto. Tiene un hija, Fiona, que ha sobrevivido a depresiones e intentos de suicidio, y con quien tiene diálogos pendientes. Digamos que el Padre James es un buen hombre y cuenta con una gran capacidad de empatía. No se asusta ante lo que escucha de sus feligreses, procura ser cercano y es acertado en dar consejos. Le gusta ir al encuentro de quien percibe necesitado de ayuda. Por otra parte, no deja de ser alguien a quien le hierve la sangre o las emociones, pero sabe ofrecer disculpas.
En confesión, escucha a una víctima de un cura pederasta y propone que denuncie al delincuente. La víctima le dice que ya murió y que tiene deseos de venganza, por lo mismo le avisa al Padre James que el próximo domingo, en la playa, lo matará aunque sea inocente pues matar a un sacerdote malo no sería noticia, pero sí lo sería asesinar a un buen sacerdote. Así inicia la película.
Si bien la trama transcurre en descubrir de quién proviene la amenaza, esto no impide que el Padre James intente hacer su vida normal. Durante la semana se entrevistará con un joven psicópata que desea canalizar sus instintos asesinos enlistándose en el ejercito, visitará en la cárcel a un joven reo que hace alarde de su crueldad, llevará víveres a un anciano con tendencias suicidas, enfrentará tanto los amargos reclamos del dueño del bar como los malos modos de un mecánico inmigrante, tendrá que soportar el cinismo de un médico que hace mofa y poco le importa la vida de sus pacientes, se topará con un millonario fanfarrón que ganó todo el dinero del mundo pero perdió a su familia –y a sí mismo-, confrontará a un carnicero de quien sospecha golpeó a su mujer y escuchará las infidelidades de boca de dicha esposa. Muchos de estos personajes frecuentan la iglesia.
También el Padre James visitará a una mujer que tiene a su marido debatiéndose entre la vida y la muerte, su auto fue embestido por unos jóvenes borrachos que perecieron en el accidente. ¿Podrá la fe darle la fuerza a esta mujer para enfrentar lo que venga?
Por último, el Padre James se encontrará ante diferentes dilemas: ¿Y si se va del pueblo? ¿Y si se queda? ¿Podrá la fe ayudarle a enfrentar lo que suceda el domingo? ¿Podrá la fe darle sentido a lo poco o mucho que le quede de vida? Y si fuera el peor escenario, ¿podrá la fe darle sentido a su muerte?
Quizá la fe sea una especie de espejo que nos ayuda a contemplarnos tal cual somos en el presente. Podrá ser duro vernos en el aquí y el ahora, mirando también lo que hemos sido, lo que hemos hecho de nuestras vidas. Será doloroso ver los errores, asumir las culpas y reconocer las propias sombras. Por otra parte, el futuro es incierto, pueden venir cosas buenas pero también las peores. ¿Será la fe capaz de ayudarnos a sacar lo mejor de nosotros? ¿Será la fe capaz de ayudarnos a practicar el perdón? ¿Será capaz la fe de darnos esa fuerza y esperanza para apostar la vida por algo que valga la pena? ¿O todo está perdido?
En lo personal, no deja también de darme vueltas esa frase del Padre Arrupe: “No me resigno a que, cuando yo muera, siga el mundo como si yo no hubiera vivido”.