Por Francisco Xavier SÁNCHEZ |

Me encuentro por menos de dos semanas en la ciudad Nueva York, es el lugar de los Estados Unidos que más conozco, para colaborar aunque sea un poco en la parroquia de San Brendan, en Brooklyn.

Conocí hace años en la Catedral de Notre Dame de Paris (donde trabajé como capellán) a un padre de la Diócesis de Brooklyn (Rev. Michael Perry) que me invitó a remplazarlo en su parroquia en lo que él tomaba sus “vacaciones” en Paris (y al mismo tiempo trabajaba como confesor en Notre Dame). Fue algo así como un intercambio de lugares durante nuestro tiempo de vacaciones. Le ayudé como tres veranos mientras pude, luego fueron periodos más cortos en su misma parroquia o en la de otros sacerdotes que me fueron conociendo. Alguna Semana Santa o incluso una misa el 12 de Diciembre, ya que no tenían sacerdote hispano.

Lo importante es que lo conozcan a uno en la Diócesis, ya después es más fácil regresar. Hace años, con los escándalos que hubo a causa de sacerdotes pedófilos, había muchas restricciones para poder entrar a trabajar a la Diócesis: carta de no antecedentes penales, recomendaciones, etc. Ahora sólo con una carta de mi obispo ha bastado.

El trabajo con hispanos es todo un ministerio particular. Cada vez es más necesario (y yo diría obligatorio) para un sacerdote en los Estados Unidos hablar inglés y español. Cuando llego a una parroquia hispana de los Estados Unidos (aunque sea por primera ocasión, como es el caso ahora) pareciera que la gente ya me conoce. Me quieren y me manifiestan inmediatamente su cariño, aún sin conocerme, como si me conocieran de hace años. Es algo extraordinario. Inmediatamente me llegan las palabras del Señor: “Están como ovejas sin pastor”. Hay una hermandad que une a la comunidad hispana y es hablar la misma lengua. Porque con la lengua viene la cultura, las raíces, el olor de la tierra, el sabor de la comida, los chistes y también los cantos. Heidegger felicitaba al poeta Holderling por ser el poeta de la lengua alemana que mejor “develaba al ser”; yo felicito a Neruda, Borges, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, etc., etc., por ser los poetas (entre músicos, cómicos, y artistas populares) que mejor han “develado parte de nuestra cultura”.

Cada vez que predico en alguna parroquia de los Estados Unidos digo casi siempre lo mismo aunque de distinta manera: 1). Estar orgullosos de sus raíces latinas [hondureñas, guatemaltecas, mexicanas, etc.]; 2). Aprovechar lo mejor de la doble cultura que ahora tienen [los invito a que vayan a los maravillosos museos de la ciudad: el Metropolitano, el Moma, etc.; que aprendan bien inglés; que coman tacos pero también hamburguesas, etc. 2): Que tomen sólo lo bueno de los blancos (o morenos) estadounidenses, pero que no se dejen contaminar por sus antivalores: consumismo salvaje, racismo, individualismo, etc. Y comento algunos otros puntos que se me vaya ocurriendo según la liturgia del día.

Hay gente buena y gente imbécil en todo el mundo, en todos los países, en todos los lugares. En Nueva York tienen a Donald Trump y en Sinaloa tenemos al Chapo Guzmán (sin contar a la casi mayoría de los políticos de nuestro país que como cucarachas están por toda la República). Me gustaría decir –como solía afirmar el querido Facundo Cabral– que “la gente buena es mayoría”, pero ahora con poco más de 50 años y después de haber recorrido los 5 continentes, no estoy tan seguro de los porcentajes. Hacía dónde pesa más la balanza ética del mundo ¿hacía el bien o hacía el mal? ¿Quién podría decirlo? Creo que cada vez soy más pesimista al respecto y en vez de buscar consuelo en grandes cifras colectivas me voy a lo particular. Tal vez el bien no sea mayoría, pero aquellos que lo practican trascienden y eclipsan a la colectividad. Una velita en la oscuridad es algo diminuto pero aleja a las tinieblas y nos guía.

Salí el viernes por la madrugada de la ciudad de México, me fueron a dejar al aeropuerto mis ancianos padres, mi hermano Benjamín y su hija Gaby. Y cuando iban regresando a su casa fueron asaltados por dos individuos con pistola y les robaron el carro (que tenía 4 meses que con sacrificios habíamos comprado) y sus pertenencias. Y así podría enumerar toda una serie de delitos que nos han cometido a familiares o amigos que vivimos y trabajamos en el Estado de México. Y si tan sólo fuera una experiencia personal, pero basta con oír hablar a la gente de cualquier lugar de la República para darnos cuenta de lo mal que andamos. Sin exagerar vivimos momentos como nunca antes vistos en criminalidad, robos, secuestros, extorsiones, etc., etc. ¿Qué nos está pasando? Pareciera ser que el mal nos está contagiando: la búsqueda de la vida fácil, del dinero a como de lugar.

En toda esta crisis no sólo político-económica sino sobre todo moral, hay que distinguir entre la responsabilidad de nuestros dirigentes y la de nosotros mismos.

Culpo a los dirigentes políticos de México por lo que nos está pasando ahora. Desde nuestro inepto presidente de la República, hasta gobernadores, presidentes municipales, senadores y diputados. Ustedes con su corrupción y cinismo provocan y fomentan la delincuencia. Su pseudo-justicia y sus leyes no son creíbles y nos dan risa y asco a la vez. Ustedes son como los fariseos que critica Jesús en los Evangelios: Dicen una cosa y hacen otra. En México no les creemos ni los queremos.

Culpo a individuos concretos que aprovechan del clima de maldad que vivimos ahora en México, para cometer sus fechorías. Los ladrones, secuestradores, narcotraficantes, etc., que ahora trabajan libremente por nuestro país en total impunidad, son como las personas que aprovechan de una catástrofe natural para entrar a saquear las tiendas.

Estamos tan mal en México que hasta hay personas que sienten simpatía por el Chapo, le componen corridos y lo miran como ejemplo a seguir. ¿Por qué? Me parece que psicológicamente cualquier persona que ahora en México logre evadir y burlar al sistema político mexicano puede pasar por héroe. Realmente necesitamos como nunca un cambio profundo del sistema político y legal en nuestro país. Lo importante es a quién o a quienes vamos a seguir. Andamos como ovejas sin pastor. En momentos de turbulencia se levantan falsos lideres que pueden confundir aún más a la gente y llevarnos a la barbarie. Por ejemplo en Estados Unidos está el Sr. Donald Trump, que cada vez que abre la boca es para decir idioteces. Después de todo cada quien puede buscar la notoriedad como le de la gana: la Kardashian mostrando su trasero o Donal Trump abriendo la boca. Lo grave de estas personas (como el Chapo o Donald) es que tienen seguidores.

El mal seduce, cautiva, atrae. El bien es más difícil, exige renuncia, sacrificio, amor. No sé si la gente buena sea mayoría en México o en mundo. La bondad comienza por lo pequeño, en actos personales. “Es como una semillita de mostaza”, decía el Señor, muy pequeña, pero capaz de mover montañas. Que no nos dejemos seducir por la facilidad del mal, sino que busquemos la puerta angosta (pero maravillosa) del Bien.

 

 

 

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