ESPIRITUALIDAD DEL CINE | Por Luis GARCÍA ORSO SJ |
Ane es una joven esposa que ha entrado en una menopausia anticipada, agravada por la escasa comunicación con su esposo. Entonces empieza a recibir cada semana un ramo de flores, en su casa, de un remitente anónimo, y el rostro tímido de la joven se ilumina. Más adelante en la historia, las vidas de Lourdes y de Tere, su suegra, también serán alteradas por las flores que un desconocido deja en memoria de alguien que fue parte importante de sus vidas y ya no está. Son tres mujeres a las que un ramo de flores semanal les hace encontrarse, les cambia la vida y les desata una lluvia de sentimientos; mientras que para las personas cercanas a ellas “son sólo flores” sin ningún significado especial, o acaso son motivo para investigar una mala intención. Las flores despertarán sentimientos dormidos, olvidados, reprimidos, o no conocidos, que ahora tendrán que aprender a vivir, a asimilar, a contar. Las flores expresan de ordinario aquello que no podemos expresar con palabras o en que no bastan las palabras: las flores dicen cariño, gratitud, admiración, cercanía, recuerdo, reconciliación… Y estas tres mujeres necesitan expresarse y necesitan compartir algo que rehaga sus vidas.
En las tres vidas hay demasiada incomunicación, y su entorno nos lo expresará muy cinematográficamente: Ane pasa el día en una caseta que le sirve de oficina administrativa en un terreno de construcciones, su esposo se pega al televisor y apenas cruzan palabras entre ambos; Lourdes trabaja en una cabina de cobro de peaje en la autopista, y su callado esposo dirige una excavadora desde otra cabina en la construcción; Tere, la suegra, se traga las amarguras y frustraciones de su mala relación con la nuera, pero a veces explota. Seres tristemente encerrados en sí mismos, aislados en su soledad, en su frustración, en su silencio, a los que las flores harán que salgan hacia los otros, hacia el encuentro, hacia la luz en sus vidas.
El par de directores vascos, J.M. Goenaga y J. Garaño, ha logrado un guion lleno de sutileza y de humanidad y lo ha vertido en un diseño cinematográfico casi perfecto en cada detalle, cada toma, cada tono emotivo o musical, y en la actuación tan sensible y auténtica del trío de mujeres protagonistas. Además la película aprovecha al máximo la lluvia constante en el país vasco y el color brillante de la vegetación, para ofrecernos una historia que parte del corazón y es toda ella poesía de la vida cotidiana: la poesía de las flores, la lluvia, la carretera, un café, unas fotos.
Encontrarme o reencontrarme con el otro me enfrenta al misterio de la reconciliación y a la curación de toda negatividad, hace que la vida renazca, me abre a la luz y la esperanza. Encuentro conmigo y con los otros nada sencillo; pero una casualidad, un accidente, una curiosidad, pueden llevarme a los otros, y un ramo de flores puede crear el milagro.