Las religiosas tienen fama de buenas cocineras. Hoy podemos disfrutar de las recetas de una de ellas en el programa de televisión Master Chef México. Flor de 67 años dejó el convento por un tiempo para vivir la experiencia y a su regresó platicó con El Observador sobre esta, su vocación y su amor por la cocina

Por Rubicela Muñiz/ Fotos y entrevista Chucho Picón

 

La hermana Flor estaba feliz sirviendo y atendiendo a los futuros sacerdotes en el Seminario Palafoxiano en Puebla, cuando recibió la invitación para estar en los castings del reality internacional de cocina Master Chef. Nunca se imaginó, que de una selección de más de 4 mil personas de todo México, quedaría entre los 18 que hoy compiten por el primer lugar.

«A mí me invita el padre Pablo Carvajal, me dice: ‘Hermana ¿No quiere hacer un platillo? ¿No quiere cocinar usted? Haga uno, que la van a venir a grabar’. Hice una sopa que se llama ‘fusil’ y les gustó mucho. Después, me habla monseñor Felipe y me dice: ‘Hermana, el lunes tiene que presentar otro platillo, pero ya lo tiene que llevar hecho’. Y lleve una ensalada de arroz en frío y también les gustó. Entonces me dieron una carta de felicitación que porque estaba muy bueno, y me dijeron que iba participar en un casting de 300 personas en el Centro Otomí (Estado de México), y sin pensar que iba seguir avanzando lleve unos chayotes, era un postre, y también les gustó mucho.  Ahí me dieron una cuchara para que siguiera participando. Pasé a los 50 y me fui a México. Hice un rollo de carne y entonces quedé entre los 18».

La experiencia de convivir con otras personas, incluso de otra religión, y salir en la televisión ha significado algo bueno, pero a la vez duro para su fe.

«La cuestión espiritual fue un poco dura porque no podía ir a misa ni hacer oración en paz. Significó un poco de soledad no tener al Señor todos los días. Me lleve un misal y leía las lecturas todos los días. Mi compañera de cuarto era judía, era muy buena y respetuosa; cada una por separado hacíamos nuestras oraciones. Pero la experiencia de conocer a más personas, que hacen lo mismo que uno, fue muy agradable».

Cuando la Hermana Flor dejó el reality lo primero que hizo fue confesarse; tenía la imperiosa necesidad de regresar a su vida cotidiana.

«Cuando salí, lo primero que hice fue confesarme. Al primer sacerdote que vi le pedí que me confesara. Mis hermanas me recibieron con mucha alegría. Dos de ellas se enfermaron porque tenían mucha carga de trabajo por mi ausencia y les dije que no se pusieran tensas, porque las enfermedades vienen cuanto te preocupas tanto. No hay que preocuparse. Yo no me preocupo en mi vida, nunca».

 

Su vida en la cocina

Flor es la responsable de la cocina en el Seminario. Igual puede cocinar para cinco personas que para 900. El trabajo es arduo, pero ella los disfruta, pues con alegría, entusiasmo y el amor de Jesús tiene la receta perfecta para ser feliz. Disfruta cocinar el arroz y el espagueti, porque dice «se pueden hacer de mil modos».

«Este trabajo de la cocina es para rezar, es humilde. En una cocina no hay cosas grandes que te pongan en un protagonismo. Antes sé rezaba y se cocinaba, ahora ya no. Se vive más rápido. Antes se rezaba el rosario picando las verduras. Este trabajo de la cocina es de intimidad con Dios, no es estar en la popularidad. Todo trabajo es muy bonito. A Dios lo encontramos todos cuando de verdad lo buscamos. La receta para ser feliz es la alegría, el entusiasmo y el amor a Jesús».

 

Su vocación

La hermana Flor adquirió el compromiso de ser religiosa a los 16 años. Llegó a trabajar al Seminario Menor en Temascalcingo en el Estado de México, y ahí descubrió su vocación. Se enamoró del servicio hacia los demás, que la congregación Pasionista a la pertenece, brindaba a los futuros sacerdotes. Pero antes de decirle sí al Señor, tuvo la oportunidad del matrimonio, a la que siempre le huyó.

«Un 21 de noviembre me presento ante el Señor. Me convierto en religiosa. Desde ese momento mi vida ha sido muy feliz. Yo invito a otras chicas a que intenten dedicar su vida al servicio de Dios; a que piensen en que va terminar su vida; a que se acerquen a los demás».

«Yo decía: ‘yo no me quiero casar’, sin saber lo que quería todavía. No sentía el llamado al matrimonio. Tuve la oportunidad de tener novios y me siento bien de haberlos tenido, porque supe lo que era tener uno. Yo sentía que ellos me querían más que yo; yo no sentía cariño. Un día un chico me quiso robar a la fuerza. Yo sentí que Dios me fue apartando del matrimonio. Yo no era para el matrimonio, yo era para la vida religiosa y a mis 67 años lo constato. He sido muy, muy feliz».

«Pasionista significa muchas cosas. Estar con la Pasión de Jesús es asumir todo aquello que a Él le falto. Le falto un dolor humano y la pasionista tiene que estar en donde hay un dolor. En el seminario tenemos que ayudar a que estos chicos se formen bien. La pasionista tiene que estar donde haya un dolor que redimir».

La alegría de la hermana Flor regresó al convento y la podemos ver cocinando cada semana en Master Chef México. El programa se trasmite los domingos a las 9 de la noche por el canal 13 de TV Azteca. ¿Hasta dónde llega la religiosa en el reality? Pronto lo sabremos.

 

 

 

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