ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |
No he estado en Cuba, tengo amigos que han vivido allá o han ido de visita. De lo que me cuentan, algunos me parece que proyectan en la revolución cubana lo que nos encantaría ver en América Latina: mayor justicia social, mejoras en salud, educación, deporte, etc. Otros, y no son pocos, hablan con cierto desencanto y preocupación especialmente por temas de libertad, democracia y derechos humanos. Otro tema que preocupa, a mis amigos misioneros, es cómo la fe puede ayudar, como horizonte de esperanza, a las situaciones que ahí se viven.
Si bien en los experimentos históricos de socialismo que sucedieron en varios países, la religión fue vista con sospecha o como un estorbo, algo que había que acabar o arrasar, como por ejemplo, en la Rusia de Stalin, en 1931 dinamitó la catedral de Cristo Salvador (Redentor), en Moscú. También, por mencionar otro ejemplo, la iglesia de la Reconciliación, en Berlín, que en tiempos de la guerra fría quedó situada a pocos metros del famoso muro, dentro de la parte comunista, y que en 1985 a su vez fue demolida. En su caso, entiendo que en Cuba si bien no hubo destrozos, sí la iglesia quedó reducida a su mínima expresión, siempre vigilada en marcaje personal.
Cuba, como toda América Latina de habla castellana, contó con un acerbo cultural y religioso católico por haber sido colonia española. Con la llegada de la revolución cubana, en 1959, se inicia un proceso, digamos, de congelamiento de la religiosidad en la Isla. Si bien se decía que no se perseguía a quien creía, la verdad es que sí había sospecha y se relegaba a quien públicamente se confesaba creyente. No fue de mucha ayuda que Fidel Castro hubiera estudiado en el Colegio Belén, de la Compañía de Jesús, para que hubiera una relación diferente entre la Iglesia y el Estado. Tal cual, eran los tiempos de la cortina de hierro y en el bloque socialista la religión se relegaba.
La caída del muro de Berlín, el desmembramiento de la Unión Soviética y el cambio de régimen en la Europa del Este ha hecho que se vea esa época ya como cosa del pasado. No en todo el mundo, Cuba no deja de ser un caso pendiente. ¿Qué será de la Isla cuando aquellos hombres que representan la revolución ya no estén?
Hace poco vi una película, ‘Regreso a Ítaca’ (Director: Laurent Cantet, 2014), mucho la recomiendo, sobre la situación de los cubanos. En este filme uno percibe que a los personajes, síntesis de diferentes modos de vivir en la Isla, todos nacidos ya en tiempos de la revolución, les han robado el vivir la vida sin miedo y la libertad. Ahora que EUA ha vuelto a abrir su embajada y con esto parece que se inicia un nuevo capitulo de algo que vendrá, habrá que estar atentos. En cuestiones religiosas, dicen que las cosas han ido cambiando. Ya se puede hacer procesiones con la Virgen del Cobre. Raúl Castro ha dicho que el modo del Papa Francisco hace que en una de esas regrese a ser creyente. Es verdad que se respira un clima diferente al de antaño, pero falta.
No toda religión es opio del pueblo. No toda creencia hace del ser humano un fanático. La religión puede ayudar a sacar lo mejor del ser humano, en lo personal y en lo colectivo. Jesús decía que la verdad nos hace libres (Juan 8,32). Será interesante escuchar al Papa Francisco: ¿Cuál será su mensaje? ¿Qué confrontará? ¿Qué rescatará? Y ante los cubanos que viven en la Isla y los que viven en el exilio: ¿Podrá el Papa decir algo que dé esperanza y que tienda puentes entre unos y otros?