Fray Junípero Serra, el franciscano del siglo XVIII, evangelizador de California, es modelo a seguir para vivir una vida en la alegría y no “en la resignación”,  porque él encontró a todos, “dignos o no de recibir su mensaje”, anunciando “el abrazo misericordioso del Padre”. Es lo que ha dicho el Papa Francisco en la Eucaristía en la que lo ha canonizado.

La canonización y la misa tuvieron lugar frente al santuario nacional de la Inmaculada Concepción, una imponente construcción de los primeros decenios del ‘900, con la presencia de numerosos obispos, sacerdotes y fieles de América, incluyendo a muchos inmigrantes latinoamericanos. El idioma utilizado en la liturgia fue el español, al igual que en la mayor parte de los cantos, que fueron seguidos con gran nobleza y precisión por varios coros. Las oraciones de los fieles se pronunciaron, en cambio, en varios idiomas de los inmigrantes: coreano, vietnamita, creolo, hindú, filipino, chino…

Junípero encarna todos los elementos eclesiales que el Papa Francisco ha buscado describir en su exhortación “Evangelii Gaudium”, la cual fue citada abundantemente surante su homilía.

San Junípero “Supo vivir lo que es «la Iglesia en salida», esta Iglesia que sabe salir e ir por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios. Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades”. Al comienzo de su homilía, el pontífice se preguntó de qué manera vencer la “ resignación triste que poco a poco se va transformando en acostumbramiento, con una consecuencia letal: anestesiarnos el corazón”. La respuesta es experimentar “la alegría” en la misión.

“La alegría del evangelio se experimenta, se conoce y se vive tan solo dándola, dándose”. Y aún más: “la fuente de nuestra alegría «nace de ese deseo inagotable de brindar misericordia, fruto de haber experimentado la infinita misericordia del Padre y su fuerza difusiva» (Evangelii gaudium, 24)”. “La alegría el cristiano la encuentra en una invitación: Vayan y anuncien”.

El otro tema subrayado es el “todos”: “Jesús los envía a todas las naciones. A todas las gentes. Y en ese «todos» de hace dos mil años estábamos también nosotros”.

El “todos” es sin exclusiones: “Jesús no da una lista selectiva de quién sí y quién no, de quiénes son dignos o no de recibir su mensaje, su presencia. Por el contrario, abrazó siempre la vida como ésta se le presentaba. Con rostro de dolor, hambre, enfermedad, pecado. Con rostro de heridas, de sed, de cansancio. Con rostro de dudas y de piedad. Lejos de esperar una vida maquillada, decorada, trucada, la abrazó como venía a su encuentro”.

“Vayan al cruce de los caminos, vayan… a anunciar sin miedo, sin prejuicios, sin superioridad, sin purismos a todo aquel que ha perdido la alegría de vivir, vayan a anunciar el abrazo misericordioso del Padre. Vayan a aquellos que viven con el peso del dolor, del fracaso, del sentir una vida truncada y anuncien la locura de un Padre que busca ungirlos con el óleo de la esperanza, de la salvación. Vayan a anunciar que el error, las ilusiones engañosas, las equivocaciones, no tienen la última palabra en la vida de una persona. Vayan con el óleo que calma las heridas y restaura el corazón”.

“La misión – continuó – nace de experimentar una y otra vez la unción misericordiosa de Dios. La Iglesia, el Pueblo santo de Dios, sabe transitar los caminos polvorientos de la historia atravesados tantas veces por conflictos, injusticias, violencia para ir a encontrar a sus hijos y hermanos. El santo Pueblo fiel de Dios, no le teme al error; le teme al encierro, a la cristalización en elites, al aferrarse a las propias seguridades. Sabe que el encierro en sus múltiples formas es la causa de tantas resignaciones”.

En los días anteriores se suscitaron algunas polémicas en torno a esta canonización, recordando que las misiones de los siglos pasados iban acompañados de la colonización, lo que provocó el riesgo de un genocidio de los indios del Nuevo Mundo. Históricamente, los misioneros tuvieron una función de suavizar y aliviar la violencia, y a menudo también de salvar la vida de los indígenas. El Papa lo esboza también en su homilía: “Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos”.

La invitación del pontífice a los fieles de la Iglesia americana es que ellos sean “hijos de la audacia misionera de tantos que prefirieron no encerrarse «en las estructuras que nos dan una falsa contención […] en las costumbres donde nos sentimos tranquilos, mientras afuera hay una multitud hambrienta»

Por esto, él propone a todos asimilar este lema de Junípero Serra, que es famoso por haber recorrido por lo menos 10.000 km para evangelizar: “¡Siempre adelante!”. “Esta fue la forma que Junípero encontró para vivir la alegría del Evangelio, para que no se le anestesiara el corazón. Fue siempre adelante, porque el Señor espera; siempre adelante, porque el hermano espera; siempre adelante, por todo lo que aún le quedaba por vivir; fue siempre adelante. Que, como él ayer, hoy nosotros podamos decir: «siempre adelante»”.

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