La misión del obispo en los Estados Unidos, como en el resto del mundo, es tener la alegría más grande en ser “nada más que pastores”, “saber retroceder, abajarse, descentrarse, para alimentar con Cristo a la familia de Dios”, huyendo de la “auto-referencialidad” y del narcisismo, promoviendo la cultura del encuentro y el diálogo, “diálogo con los laicos, diálogo con las familias, diálogo con la sociedad”, “sin miedo”, sin dejarse “dividir, fragmentar o enfrentarse”.

Es con los obispos estadounidenses la segunda cita de Francisco en esta jornada en la capital.

El Papa dijo apreciar y agradecer la generosidad y solidaridad de la Iglesia en Estados Unidos con la Sede Apostólica y con la evangelización en tantas sufridas partes del mundo. «Me alegro del firme compromiso de su Iglesia a favor de la vida y de la familia». Dijo seguir con atención «el enorme esfuerzo que realizan para acoger e integrar a los inmigrantes que siguen llegando a Estados Unidos con la mirada de los peregrinos que se embarcan en busca de sus prometedores recursos de libertad y prosperidad. Admiro los esfuerzos que dedican a la misión educativa en sus escuelas a todos los niveles y a la caridad en sus numerosas instituciones».

Francisco reconoció en los obispos de esas tierras “la valentía con que han afrontado momentos oscuros en su itinerario eclesial, sin temer a la autocrítica, ni evitar humillaciones y sacrificios, sin ceder al miedo de despojarse de cuanto es secundario, con tal de recobrar la credibilidad y la confianza propia de los Ministros de Cristo, como desea el alma de su pueblo. Sé cuánto les ha hecho sufrir la herida de los últimos años, y he seguido de cerca su generoso esfuerzo por curar a las víctimas, consciente de que, cuando curamos, también somos curados, y por seguir trabajando para que esos crímenes no se repitan nunca más.”

El obispo de Roma les recordó a los prelados de Estados Unidos la importancia de la oración en la vida del obispo,  así como la consideración del diálogo como instrumento privilegiado para el encuentro entre los mismos pastores, los fieles y el mundo. También invitó a no olvidar que los obispos «somos sacramento viviente del abrazo entre la riqueza divina y nuestra pobreza. Somos testigos del abajamiento y la condescendencia de Dios, que precede en el amor incluso nuestra primera respuesta». Y subrayó que la «misión episcopal consiste en primer lugar en cimentar la unidad».

Antes de concluir su reflexión, el Papa Francisco hizo a los obispos dos recomendaciones: «Sean Pastores cercanos a la gente, Pastores próximos y servidores», les dijo. Y una segunda referida a los migrantes: acogerlos sin miedo, «Ofrézcanles el calor del amor de Cristo y descifrarán el misterio de su corazón. Estoy seguro de que, una vez más, esta gente enriquecerá a su País y a su Iglesia».

 

 

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