Por Mónica MUÑOZ |

“El huracán más peligroso de la historia amenaza con devastar México”, decían en los noticieros de radio, televisión e internet hace pocos días.  La noticia corrió como pólvora y se extendió a todo el mundo, pues las imágenes del meteoro eran pavorosas: una espesa nube con dos grandes brazos se cernía sobre el territorio mexicano, lo cual provocaría daños incontables.  Alguien subió a las redes sociales la imagen comparativa del huracán Katrina que arrasó parte de Nueva Orleáns en los Estados Unidos en el año 2005.

Increíblemente, Patricia, como se denominó al huracán que entraría a México, era inmenso al lado de Katrina.

Pronto se formaron cadenas de oración en todo el mundo, pues se esperaba lo peor.  Con anticipación, se movilizaron dependencias de gobierno, organizaciones sociales y humanitarias, ejército, parroquias e iglesias para prevenir albergues y alertar a la población del potencial peligro que estaba a punto de arribar.

Milagrosamente, el potente fenómeno meteorológico perdió fuerza al tocar tierra.  Las primeras explicaciones atribuían el hecho al poder de la oración y a la presencia de la Virgen de Guadalupe en México.  Los más moderados prefirieron la interpretación científica: la cadena montañosa de la Sierra Madre atajó los poderosos vientos que lograron alcanzar la increíble velocidad de 400 kilómetros por hora para transformarse en rachas de 48 kilómetros.  Ante la sorprendente degradación y los pocos daños cuantificados en el primer reporte, corrió el rumor de que todo había sido un montaje orquestado por el gobierno que logró poner al mundo de su parte para que le siguieran el juego, ¡qué gran absurdo!

Gracias a Dios, a pesar de que sí hubo estragos en los estados de Jalisco, Nayarit, Michoacán y Colima, se reportó saldo blanco en cuanto a pérdidas humanas.

¿Qué explicación se prefiere?, sea cual sea, creo que ocurrió algo sumamente importante durante esta contingencia: el pueblo mexicano se unió y estuvo dispuesto a ayudar a sus hermanos en desgracia.  Una vez más se demostró que la gente de México sabe sensibilizarse ante el dolor ajeno y mejor aún, atendió a las indicaciones que le fueron proporcionadas.

Es muy rescatable darnos cuenta que podemos organizarnos como nación y ojalá aprovechásemos esta magnífica habilidad para cuestiones de la vida diaria, por ejemplo, para ayudar a las personas que viven cerca de nosotros a resolver sus emergencias, para recoger la basura que otros dejan en las calles y que en tiempo de lluvia tapan las coladeras, para trabajar en beneficio de nuestras colonias o comunidades cuando se solicita nuestro apoyo, para colaborar en obras sociales que no dejan ganancia económica, para dar nuestro tiempo y talentos cuando se nos pida para alguna causa noble, en fin, que ejemplos sobrarían, considero solo algunas pautas generales porque a diario tenemos la oportunidad de transformar el mundo en el que vivimos, por eso debemos atender al hecho de que vivimos en una sociedad donde todos necesitamos de todos.  Este principio hay  que inculcárselo a los niños, que infortunadamente están creciendo en un ambiente individualista y egocéntrico.  Si no me deja provecho, mejor no me molesten.

La mayoría de las iniciativas para realizar obrar en bien de la comunidad fracasan gracias a la indiferencia y apatía de los involucrados.  Solo hace falta hacer nuestro cualquier proyecto para obtener éxito.  Basta con pensar en los propósitos que hacemos cada Año Nuevo: dejar de fumar, ponerse a dieta, hacer ejercicio, etc.  Comenzamos con mucho entusiasmo pero a los pocos meses abandonamos la actividad por falta de interés, poniendo de pretexto que no tenemos tiempo.  Y eso que se trata de algo que nos beneficiará directamente.

Lo mismo puede ocurrir cuando se trata de nuestra comunidad, solo que como implica involucrar a gente que no es de nuestra familia y que incluso hasta nos cae mal, menos nos implicamos.  Acabemos con estas actitudes y reflexionemos: si en diario vivir estuviésemos unidos, enfrentaríamos fácilmente los momentos de la crisis con la ayuda de nuestros semejantes.  Ojalá no tengamos que volver a pasar por una desgracia como pudo resultar Patricia para cambiar nuestra manera de relacionarnos con los demás.

 

 

 

 

 

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