Por Carlos GARFIAS MERLOS, Arzobispo de Acapulco |

Este Domingo 18 de octubre, celebramos en la Iglesia la JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2015. En éste año, la celebración coincide con el Año de la Vida Consagrada. Representa una ocasión propicia para recordar que de la misión brota la vida consagrada, y ésta encuentra su razón de ser en la misión. Vida consagrada y misión no se pueden separar.

En su mensaje de ésta jornada, el Papa Francisco ha definido que “La misión es una pasión por Jesús pero, al mismo tiempo, es una pasión por su pueblo. Cuando nos detenemos ante Jesús crucificado, reconocemos todo su amor que nos dignifica y nos sostiene; y en ese mismo momento percibimos que ese amor, que nace de su corazón traspasado, se extiende a todo el pueblo de Dios y a la humanidad entera. Así redescubrimos que él nos quiere tomar como instrumentos para llegar cada vez más cerca de su pueblo amado y de todos aquellos que lo buscan con corazón sincero. En el mandato de Jesús: “id” están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia. En ella todos están llamados a anunciar el Evangelio a través del testimonio de la vida; y de forma  especial se pide a los consagrados que escuchen la voz del Espíritu, que los llama a ir a las grandes periferias de la misión, entre las personas a las que aún no ha llegado el Evangelio”.

En el contexto de inseguridad y violencia en el que vive el Estado de Guerrero, y movidos por una pasión por Jesús y su pueblo, las y los consagrados de la Arquidiócesis de Acapulco hemos comprendido que evangelizar para nosotros es construir la paz. Y queremos construir la paz preferemente, atendiendo de forma integral a las víctimas de las violencias, acompañando a las y los jóvenes, y atendiendo pastoralmente a las familias.

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