Por Rodrigo AGUILAR MARTÍNEZ, Obispo de Tehuacán │

El linchamiento es el castigo contra alguien que ha cometido un delito o es sospechoso de ello, acción realizada ordinariamente por muchos, sin proceso jurídico y frecuentemente hasta la muerte. Es tomarse justicia por la propia mano sin escuchar o permitir que intervengan las autoridades correspondientes.

¿Qué provoca el linchamiento? El hartazgo social por la corrupción e impunidad ante hechos que han denunciado y no han sido escuchados, o el fastidio y cansancio por el burocratismo para la denuncia, o la manipulación popular para desahogar violentamente lo negativo acumulado en el interior, la pérdida de valores humanos y trascendentes en la familia y la sociedad.

En el linchamiento hay muchos implicados, de diversas maneras y en diverso grado. Están los intelectuales que sugieren y dirigen; los que ejecutan lo sugerido; los participantes pasivos, espectadores que condescienden o están fascinados por la acción violenta. Están también los agraviados, culpables o sólo sospechosos, o inocentes injustamente atacados. Están las autoridades que no han sabido frenar la corrupción e impunidad, muchas veces más bien la han alimentado; luego, en el momento de los hechos, “por muchos motivos llegan muy tarde, ya consumados los hechos”.

No pretendo lavarme las manos y juzgar con el dedo a otros. De alguna manera estamos muchos coludidos y somos corresponsables –autoridades civiles, religiosas, personas de ascendiente moral en la sociedad, como padres de familia, abuelos con la sabiduría de la experiencia reflexionada, maestros- que tal vez hemos descuidado nuestra misión. ¿Qué podemos, qué debemos hacer? Hagamos lo que nos corresponde, con paciencia y creatividad, ayudando y ayudándonos.

La paz se construye con la verdad, no podemos mentir ni encubrir; se construye con la justicia, respetar y dar lo que a cada quien le corresponde; se construye con la disposición de restablecer la relación humana. La fe tiene una parte muy importante: somos imagen de Dios en esa relación humana, que nos lleve a perdonar y pedir perdón, según la propia situación.

Es necesario llegar a la verdad de los hechos y sus causas; reparar el daño injusto; buscar y promover la justicia restaurativa; que no se repita un nuevo linchamiento.

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