Por Rodrigo AGUILAR MARTÍNEZ, Obispo de Tehuacán |

Nos encontramos al inicio del año 2016, aunque ya va pasando el sabor de “año nuevo”. Hemos concluido el Tiempo litúrgico de Navidad-Epifanía e iniciado el Tiempo Ordinario. Hemos retomado el ritmo de clases en todos los niveles escolares, con lo que las familias vuelven al trajín de la vida ordinaria.

Con el agobio de las vacaciones tal vez no muy aprovechadas para descansar y de gastos no realizados con moderación, a lo que se suma el dato de los propósitos de año nuevo, quizás pensados con fervor pero sin realismo, la “cuesta de enero” puede resultar empinada…

Pero no nos derrumbemos. Siendo conscientes de todo, busquemos pisar firme -asumiendo la realidad-, sin descartar la motivación de anhelos que nos ayuden a salir adelante.

La oración es importante. Una oración que nos ponga en sintonía con Dios, a la escucha de su proyecto divino, dispuestos a asumirlo con decisión y perseverancia.

La próxima visita del Papa nos iluminará en diversos aspectos importantes e incluso acuciantes, a fin de crecer en la vivencia y el testimonio de nuestra fe en todos los aspectos de la vida. Pero el Papa mismo nos acaba de decir que lo que mueve nuestra vida no es el Papa, el obispo o el sacerdote, sino la oración de los fieles, la vida de los santos. De modo que seamos personas de oración profunda, constante, que nos santifique. La oración mueve nuestra vida, nos ayuda a escalar las cuestas más difíciles, nos renueva cada día.

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