Por Antonio MAZA PEREDA | Red de Comunicadores Católicos |

Este, no cabe duda, es un año especial en la política mexicana. No se juega la sucesión de la actual administración, en forma directa, no cambia el poder legislativo Federal, pero ya se empieza a preparar la sucesión mediante la alineación de fuerzas de frente a las elecciones del 2018.

Para empezar, hay renovación de 13 gubernaturas, casi todas en los estados menos relevantes de cara a las elecciones federales; la excepción son Baja California y Veracruz, algunos de los estados más poblados del país. Y además, hay elecciones extraordinarias en Colima.

Todas estas actividades políticas están sirviendo de marco para una realineación de las diferentes tendencias en los partidos. Esto, en buena medida, como resultado del pobre desempeño de todos en las pasadas elecciones federales. Estrictamente, puede decirse que todos los partidos con la posible excepción del MORENA, están profundamente divididos.

La división más obvia es la que ocurre en el PRD. El MORENA es, estrictamente, el resultado de un cisma dentro del PRD. Ha crecido en la medida que el PRD ha disminuido. Hasta el momento, no está claro que esté capturando nuevos miembros que no hayan militado antes en los partidos de izquierda. Pero, desafortunadamente para el PRD, las fuerzas que le quedan están también terriblemente divididas. El tener que traer un nuevo dirigente nacional, Agustín Basave, que no pertenecía previamente al partido, es una clara señal de que no se pueden poner de acuerdo las «tribus» de este partido. Muy rápidamente Basave se ha encontrado en la situación de que se le desautoriza a hacer alianzas con otros partidos, asunto que ya le había sido autorizado previamente. Y, comprensiblemente, dice que así no puede dirigir a la organización. ¿Podrá Agustín Basave lograr un mínimo de concordia entre las fuerzas del PRD? La verdad, es un asunto de vida o muerte para esta institución.

La situación en el PAN no es mucho mejor. Su recuperación en las elecciones del 2015 no fue espectacular, aunque haya recuperado el lugar de la segunda fuerza política. No tanto gracias a sus logros sino debido a la división del PRD. La división entre los calderonistas y los maderistas sigue vigente y la mejor prueba es la campaña anticipada de Margarita Zavala para ser candidata presidencial. Con o sin el PAN. Tal vez los panistas no estén de acuerdo, pero parece claro que si no regresan a una visión compartida de la política y del papel de su partido en la misma, están condenados a la fragmentación.

El PRI en cambio, aunque no logró los resultados óptimos en las elecciones del 2015, sí logró mediante las alianzas con el Partido Verde Ecologista y el PANAL mantener su gobernabilidad a través del Congreso. Sin embargo, la discordia entre el grupo mexiquense y el grupo hidalguense sigue vigente y siguen ocurriendo las patadas por debajo de la mesa entre estos grupos. Para muestra, un botón: ¿ustedes creen que el artículo de inicio del año en el New York Times atacando al presidente Peña Nieto es algo fortuito? Yo, entre algunos, no lo creo. En medio de esa lucha sorda, está navegando Manlio Fabio Beltrones, que no está alineado y se presenta como un factor que aspira a unificar las fuerzas de ese partido.

Como si le faltaran ingredientes a este caldo político, tenemos además la certeza de que habrá candidatos independientes y que muchos lo intentarán. Cuántos lo logren, eso es otro tema.

No es fácil en este momento decir cuál va a ser el resultado de estas pugnas. Lo que sí es claro es que todas las fuerzas políticas están tratando de buscar alianzas para las próximas elecciones estatales, pero teniendo en el horizonte las elecciones del 2018. Claramente, con sus acciones ya que no con sus palabras están indicando la debilidad que sienten. Sólo el MORENA, como un reflejo del optimismo de Manuel Andrés López Obrador, no ha hablado de buscar alianzas.

Todo este manejo ocurre en lo «oscurito». La ciudadanía no cuenta para la elección de precandidatos para las diferentes gubernaturas, ni siquiera tiene voz ni mucho menos voto en su postulación. No se presentan las posibles opciones, no se discuten abiertamente sus méritos, no se consulta cuáles serían los candidatos que más seguirían los votantes. Todo el manejo ocurre entre camarillas con lo cual, muchas veces, se margina a los propios integrantes de los partidos.

Se ha hablado que en la política de México hay círculos. El más famoso es el círculo rojo, el de los que verdaderamente influyen, los que tienen el poder de imponer candidatos y gobernantes. Tal parecería que nosotros, los ciudadanos, somos el círculo más alejado, el círculo gris, al que hay que organizar, llevar a votar, hacer participar en el día de las elecciones pero sin pedirnos una opinión, muchísimo menos una decisión.

No es que me parezca que el sistema democrático de los Estados Unidos sea el modelo a seguir. Pero si se ve una diferencia importante en el modo como se manejan las elecciones y lo estamos viendo en este momento en que se preparan las elecciones primarias que iniciarán en los primeros días de febrero. Todavía no hay candidatos, y ya los precandidatos han empezado a debatir, a publicar, a hacer declaraciones y a pedir su voto a los miembros de los partidos. Todo ello frente la ciudadanía y tomando el riesgo de que ésta, al conocerlos más a fondo, deje de apoyarlos.

En otras palabras: urge que nuestra clase política deje de tomar una actitud paternalista, considerando a la ciudadanía como menores de edad y que se atrevan a presentarse a la luz pública y pulsar la opinión del ciudadano común para poder diseñar programas de gobierno que verdaderamente respondan a las necesidades de la gente y que puedan construir desde el inicio de las campañas una base de confianza para los gobernantes. Conceptos que, desgraciadamente, hoy no están aplicando.

@mazapereda

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