La misericordia es “el documento de identidad de Dios” y es la idea en torno a la cual gira el volumen “El nombre de Dios es Misericordia – una conversación con Andrea Tornielli de Su Santidad Francisco”, que salió a la venta hoy en 86 países y que fue presentado en Roma.
“Un libro bellísimo que nos ‘misericordea’”, lo definió el actor Roberto Benigni, quien intervino en la presentación. Un libro para «llevar en el bolsillo», para «leer en cinco minutos, cuando el tren está demorado…».
En la entrevista, Francisco aparece reiterando o explicando algunas ideas que le son particularmente queridas. Así, las cosas que lo han empujado a convocar al Jubileo de la Misericordia han sido la oración, la reflexión sobre los Papas precedentes y una imagen de la Iglesia como “hospital de campo” que “alivia los corazones de las personas con la cercanía y la proximidad”. La humanidad, herida por tantos “flagelos sociales” – la pobreza, la exclusión, la esclavitud del tercer milenio, el relativismo – necesita de la misericordia, de ese “documento de identidad de Dios”, de Aquél que “sigue siendo siempre fiel” no obstante el pecador reniegue de Él.
Francisco luego vuelve a recomendar a los confesores que tengan “ternura” hacia los penitentes: «se va al confesionario “no para ser juzgados”, sino para “algo más grande que el juicio: para el encuentro con la misericordia” de Dios, sin la cual “el mundo no existiría”. Por eso, el confesionario no debe ser una “una tintorería”, en la cual limpiar a seco el pecado como si fuese una simple mancha, así como tampoco debe ser “una sala de torturas” en la cual enfrentarse con “el exceso de curiosidad” de algunos confesores, curiosidad que a veces es “un poco enferma”, morbosa, que transforma la confesión en un interrogatorio. Frente a quien, entonces, a veces, afirma que en la Iglesia hay “demasiada misericordia”, el Papa responde subrayando que “la Iglesia condena el pecado”, pero “al mismo tiempo abraza al pecador que se reconoce como tal, le habla de la misericordia infinita de Dios”. Es necesario perdonar “setenta veces siete, es decir, siempre”. La Iglesia, por lo tanto, “no está en el mundo para condenar, sino para permitir el encuentro con ese amor visceral que es la misericordia de Dios”.
Respondiendo luego a la pregunta sobre las personas homosexuales, el Papa explica cuanto fue dicho en el año 2013, durante la conferencia de prensa a su regreso de Río de Janeiro, donde dijo “Si una persona es gay, busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?”. “Parafraseé de memoria el Catecismo de la Iglesia Católica, donde se explica que estas persona han de ser tratadas con delicadeza y no deben ser marginadas”. “Yo prefiero que las personas homosexuales vengan a confesarse, que estén cerca del Señor, que se pueda rezar juntos”.
En cuanto a la relación entre verdad, doctrina y misericordia, Francisco explica: “Yo amo mucho más decir: la misericordia es verdadera”, “es el primer atributo de Dios”. “Luego, se pueden hacer reflexiones teológicas sobre doctrina y misericordia –agrega- pero sin olvidar que la misericordia es doctrina”.
Fueron nuevamente muy duras, por último, las palabras sobre la corrupción, “el pecado elevado a sistema y convertido en hábito mental, en modo de vida”. El corrupto peca y no se arrepiente, finge ser cristiano y con su doble vida genera escándalo, cree que ya no debe pedir más perdón, pasa la vida en medio de los atajos del oportunismo, a costa de su dignidad y de los demás. Con su “cara de santito”, el corrupto evade los impuestos, despide a los empleados para no contratarlos de manera definitiva, explota el trabajo en negro y luego se jacta de sus astucias con los amigos, o tal vez va a la Misa el domingo, pero luego pretende un soborno en su trabajo.