Por Antonio MAZA PEREDA │ Red de Comunicadores Católicos │
No hay debate. Y debería haber. Hay que ir más allá de adjetivos y descalificaciones y discutir en serio, con bases sólidas, los temas que han hecho muy difícil la implementación generalizada de esta Doctrina.
La visita del Papa vuelve a poner en la mesa el tema de la Doctrina Social de la Iglesia. En particular, en su alocución en Ciudad Juárez, dijo el Papa que la Doctrina Social de la Iglesia no va en contra de nadie, sino a favor de todos. Y también dijo que su implementación es muy difícil. Me encantaría poder decir que esto ha puesto en el debate la pertinencia de la Doctrina Social de la Iglesia. Creo que no ha habido tal debate. No ha habido una reacción clara al respecto, ni de los empresarios católicos, ni de la jerarquía eclesiástica, ni los medios, ni los organismos gremiales. Sus observaciones han sido recibidas con un silencio ensordecedor. Y, creo yo, el tema merece el mayor de los respetos y un debate serio, bien informado, sobre el tema.
Hay quien considera irrelevante la alocución del Papa. Ciertamente, el Papa no es infalible en temas de economía, de finanzas, o de conducción empresarial. Pero, por otro lado, el Papa no vino a ofrecer recetas. Viene a recordarnos los principios éticos que deben regir toda la actividad humana, no sólo la empresarial. Del otro lado, no faltan los que dicen: ya habló el Papa, no queda nada por debatir.
Yo creo que es un hecho inobjetable que la Doctrina Social de la Iglesia, no se ha implementado ampliamente. Se pueden citar algunos ejemplos aislados, de algunas empresas muy grandes, que hacen una gran labor filantrópica. Quedaría por discutir si efectivamente están haciendo una aplicación completa de la Doctrina Social de la Iglesia. Es muy fácil tomar la posición de decir que los que no la han implementado es porque son pecadores irredentos. «Ambiciosos, voraces, amantes del lucro», son los adjetivos que se usan para calificar a quienes no han adoptado estos principios. Desgraciadamente, los adjetivos no sustituyen a la razón. Para lograr un debate habría que admitir la posibilidad de que hay obstáculos que deben ser resueltos en una implementación generalizada de estos principios sociales.
De manera que tenemos dos bandos. Los que consideran que es un tema que a la Iglesia no le toca, haciendo un uso abusivo de la frase «A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César» y, por el otro lado, los que consideran que no vale la pena discutir con el otro bando, porque están cerrados y tienen razones pecaminosas para no tomar parte en una discusión. En mi opinión, como muchas veces, la posición correcta está en medio. Es necesario establecer un campo común para poder debatir el tema social. Poner bases para la discusión, excluir el uso de adjetivos y reconocer que hay temas que, como el propio Papa dijo, son muy difíciles. Pero esta dificultad no debería de ser obstáculo para un debate honesto y productivo.
Hay muchos temas en los cuales debatir, y posiblemente requiera más de un artículo para atender a todos. Me parece muy importante definir cuáles deberían participar en este debate. Quienes escriben y difunden temas de la Doctrina Social de la Iglesia, tienden a ser sociólogos y clérigos. Se ven pocos economistas y prácticamente ningún especialista en administración de empresas. Se ven algunos empresarios, pero no empresarios en pequeño, que son los que encuentran más dificultad en aplicar esta Doctrina. Y pocos laicos.
Muchos de los conceptos que se manejan, en las indicaciones para la implementación de esta doctrina, no consideran cosas tan básicas como la contabilidad de costos, que no es algo nuevo pero que es muy posterior a los primeros documentos de Doctrina Social de la Iglesia. Los conceptos del Estado benefactor, que están en quiebra prácticamente toda la humanidad, podrían también ser discutidos. Muchas veces, entre los expositores, hay una grave confusión entre lo que le toca a la sociedad y lo que le toca al gobierno. Lo cual ha llevado a algún exponente de la Doctrina Social de la Iglesia a decir cosas como: «hay que poner todos los medios de producción en manos del Estado», haciendo una lectura selectiva del concepto de respeto a la propiedad privada que está claramente establecido en esta doctrina.
Hay que debatir el papel de esta doctrina en el caso de las pequeñas empresas, que son las que encuentran más difícil la aplicación de sus conceptos. Claramente, hay que dar una respuesta, que sea factible llevar a cabo, a este nivel de empresas. Y, no se nos olvide, que de 5 millones de empresas que hay en México, más de 4 millones son microempresas y sólo 50,000 son empresas grandes. Me imagino que no se puede decir que esta doctrina sólo debe ser aplicada por las grandes empresas. Una buena implementación debería de ser posible para todos los tamaños de empresa. Por qué, si no es así, el mensaje para las pequeñas empresas sería: “desaparezcan, porque no son capaces, no tienen las posibilidades de cumplir con estos preceptos”. O, podría ser: “si tu empresa es pequeña, no te preocupes de estos principios éticos”
Estoy consciente de que he caricaturizado en alguna medida parte de los campos en debate. Un poco para mostrar que hay materia suficiente para un debate. Un verdadero debate, donde no se trate de vencer, sino de llegar a un terreno común, llegar al terreno de lo práctico. Un debate que debería ser fundamentalmente llevado a cabo por laicos, católicos y no católicos, de derecha e izquierda, de muchos campos del conocimiento y con una amplísima participación de aquellos que tienen que llevar a cabo los preceptos de esta doctrina y que conocen de primera mano la situación y las dificultades a las que el propio Papa aludía.