Por Antonio MAZA PEREDA │
Desde 1989 en la Ciudad de México se impuso el programa Hoy no Circula. En diversas modalidades, con diversos niveles de exigencia, el programa lleva casi 27 años de existencia. En ese lapso, 9 regentes y gobernadores, tres priistas y seis perredistas, han aceptado como dogma de fe que ese es el medio para reducir la contaminación en la que llaman pomposamente “la megalópolis”
Ahora, ante la terca realidad, hay que reconocer que el programa Hoy no Circula no resuelve de fondo las contingencias. La semana pasada, después de haber retirado al 20% de los automóviles de la circulación por varias semanas, hubo que declarar una contingencia mayor y retirar al 40% de los vehículos de la zona, unos 2 millones de automóviles. No solo no se redujo la contaminación sino que se rompió su record histórico. ¿La solución? A las autoridades no se les ocurre nada más. Ante su fracaso, amenazan con sacar de la circulación al 50% de los vehículos. O sea, insistir en una medida que claramente no funciona.
Las explicaciones de la falla, o la falta de ellas, muestran un nivel grave de ineptitud en varias instancias. Una de ellas es verdaderamente terrible: las autoridades reconocieron que “no hemos entendido la química de la atmosfera”, del Valle de México. O sea que, después de 27 años y millones dedicados a la investigación de este fenómeno, ahora nos salen con que sus “expertos” no han entendido. Es con base con esa falta de conocimiento que se pretende resolver esta grave situación.
Y es que ya no quedan soluciones fáciles ni mucho menos de corto plazo. Aquí entramos al reino de los “si hubiera”. Si se hubiera limitado el crecimiento de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Bueno, en los cincuenta del siglo XX se vio el problema y se buscó limitar ese crecimiento. Pero el Gobierno del Estado de México no colaboró y se crearon grandes fraccionamientos en la zona metropolitana. Si se hubieran aprovechado estos 27 años para crear un sistema masivo, eficiente y no contaminante de transporte público, no tendríamos tantos automóviles. Si se hubieran puesto limites severos a los automóviles de alto caballaje. Si se hubieran creado zonas habitacionales cerca de los lugares de trabajo. Si se hubieradescentralizado el Gobierno Federal. Si se hubieran limitado los bloqueos y manifestaciones. Si se hubiera… usted ponga su solución favorita.
Seguramente todas esas soluciones pueden ayudar. Pero todas son de largo plazo. Hubo 27 años para llevarlas a cabo y no se aprovecharon. Mientras tanto, se crearon jugosos negocios en torno al Hoy no circula. Los centros de verificación. El equipamiento de los mismos. La venta de convertidores catalíticos. La venta de autos usados. Al crear la calcomanía doble cero, la venta de autos nuevos. En este año, la Ciudad de México tendrá más coches nuevos que niños nuevos. Así no hay modo. Y, al día siguiente del endurecimiento del programa, subieron los precios de los coches usados. Para rematar, el nuevo reglamento de tránsito de la Ciudad obliga a circular a una velocidad en la que aumenta el consumo de gasolina. Ojalá algún día se establezca una Comisión de la Verdad y se conozca el tamaño de todos los negocios creados en torno al tema.
La única solución rápida que se ha propuesto, y la mencionó entre otros un connotado investigador de la UNAM, es retirar los más de 30,000 topes que, se dice, existen en la zona. Eso supone, por supuesto, que los habitantes de la Ciudad estemos dispuestos a que quiten nuestros amados topes, que se han puesto por petición de la ciudadanía y muchas veces hasta son construidos por los propios vecinos. Quitarlos reduciría el consumo de la gasolina y por tanto la contaminación. Pero, claro, requeriría que la ciudadanía también se comprometiera a ser mucho más responsable al manejar.
Las soluciones de fondo solo se podrán llevar a cabo con un apoyo masivo de la ciudadanía. Porque nos van a costar, en nuevos impuestos y también en molestias, muchas molestias. Nos van a costar en cambios de nuestro estilo de vida y nuestras arraigadas costumbres de transporte. Y claramente no van a ser rápidas: las molestias durarán por años.
No es el mejor momento para pedirle a la ciudadanía aún más sacrificios. Menos aún en estos tiempos de “mal humor social”, como dice un alto mandatario. Los gobernantes y expertos de la Ciudad no han estado a la altura del problema. Pero no se ve con claridad que un mero cambio de actores cambie radicalmente la situación. Solo nos queda confiar en que la ciudadanía tome su papel, exija lo que deba exigir, ponga su parte en donde se requiera. Y, sobre todo, aprender la gran lección de este desastre: El gobierno es algo tan importante, que no se le puede dejar en manos de los políticos. Hay que volver a tomar el papel que nunca deberíamos haber dejado. Los ciudadanos debemos ser los mandantes del gobierno y exigir de nuestros mandatarios, que son nuestros empleados, que sean aptos y honestos.