Por Carlos GARFIAS MERLOS, Arzobispo de Acapulco |
Esta semana se congregó el presbiterio de la Arquidiócesis para hacer una serie de consideraciones sobre la identidad y misión del sacerdote en un contexto de inseguridad y violencia. La violencia y la inseguridad siguen siendo amenazas que pesan mucho sobre los pueblos que se nos han confiado para acompañar mediante la acción pastoral cotidiana. Los sacerdotes entendemos que tenemos un papel relevante en las comunidades y que por ello tenemos una responsabilidad pastoral y social que cumplir en torno a los sufrimientos y las aspiraciones de la gente.
La violencia está calando muy hondo en muchas de nuestras comunidades y en numerosas familias que necesitan de nuestra presencia pastoral. Por otra parte, queremos asumir con espíritu de corresponsabilidad las tareas que nos tocan para generar cambios profundos en la sociedad que aseguren condiciones de vida favorables para la justicia, la solidaridad y la paz.
En nuestro encuentro sacerdotal los sacerdotes hemos estado dialogando y discerniendo cuales son las tareas que nos toca cumplir desde la Iglesia, en el acompañamiento pastoral y espiritual a las personas, las familias y las comunidades afectadas por la violencia en orden a que sean capaces de sobreponerse desde la fe y de recibir consuelo. También sabemos que tenemos la tarea de alentar la esperanza que se desprende del encuentro con Dios, para que la gente no se aísle ni se resigne a la violencia, sino más bien se incorpore activamente a proyectos y acciones de construcción de la paz. Seguiremos haciendo nuestro llamado a quienes optan por la violencia y se han convertido en victimarios de sus hermanos para que reconsideren su situación y dejen de hacer daño.
Los sacerdotes queremos dar a toda nuestra presencia y a nuestras actividades el enfoque de construcción de la paz conforme a lo que Dios nos está pidiendo. Y queremos capacitarnos día a día para mejorar nuestro ministerio a favor de nuestras comunidades en estos tiempos tan dolorosos.
