ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael BÁRCENAS SJ |
Por estos días ha sido muy comentada una película que se exhibirá en el próximo Festival de Cannes. El guión fue escrito por John Malkovich, quien la protagoniza. El director es Robert Rodríguez. El título de esta película es “100 Años” y tiene la originalidad de que, después de su debut, será enlatada y guardada en una caja fuerte hasta que, dentro de un siglo, vuelva a ser abierta y puesta en cartelera. Ya hay fecha para el futuro estreno: el 18 de noviembre del año 2115.
Es interesante esta ingeniosa e innovadora propuesta. Según Malkovich, la historia se hizo pensando en cómo se imaginan que podría ser el mundo para entonces: “Algunas de las cosas que se imaginaron en el pasado sobre el día de hoy eran extrañamente precisas, por raro que parezca, pero, por supuesto, la gran mayoría de las cosas eran entonces inimaginables. Y creo que eso es precisamente lo que el futuro es para la mayoría de nosotros”. Así las cosas, confiemos que esta película, llegado su momento, compita por la Palma de Oro en el Festival de Cannes en 2116. Claro, siempre y cuando Donald Trump no haya disparado antes todo un arsenal de bombas nucleares y destruido la tierra.
Para los que alcancen a ver esta cinta, será interesante comprobar si se atinó a vislumbrar los avances tecnológicos y los posibles sistemas políticos y económicos que se previeron. Habrá que ver también si las crisis existenciales que protagonizan los personajes, que en buena parte están arraigadas a lo que vivimos en el presente, siguen siendo reales preocupaciones para los espectadores dentro de 100 años. En lo que respecta a la fe, si cada época tiene sus respectivos miedos y angustias, será interesante imaginar cuáles serán las creencias que ayuden a la futura concurrencia del 2115. Primero, habrá que preguntarse si seguirán habiendo cines al estilo como hoy los conocemos. Segundo, ese futuro público: ¿Serán presas de un atroz relativismo, hedonismo, nihilismo y escepticismo? ¿Seguirá habiendo fundamentalismos y ataques de fanáticos religiosos? ¿Seguirán existiendo las que leen las cartas y adivinan el futuro? ¿Habrá gente supersticiosa? Ya en un plano más serio: ¿Seguirán teniendo adeptos el judaísmo, el islamismo y cristianismo? En cuestiones de la Iglesia Católica: ¿Qué tratarán futuros Concilios semejantes al Vaticano II? ¿Habrá mujeres ordenadas sacerdotes? ¿Habrá curas casados? ¿Seguirá yendo la gente a misa? ¿Habrá bautizos? ¿Los jóvenes seguirán casándose por la iglesia? ¿Seguirá habiendo matrimonios? ¿Seguirá habiendo gente consagrada a la vida religiosa? ¿Seguirá habiendo templos? ¿Quién irá? ¿Rezarán? ¿Cuáles serán las preocupaciones de los futuros terrícolas católicos que soliciten ayuda celestial?
Yo creo que seguirá habiendo algo, poco o mucho, de formas institucionalizadas de mantener y promover la fe. Creo que en el ser humano hay una sensibilidad a la trascendencia, diría que forma parte de lo que nos constituye como especie. Creo que en los próximos siglos seguiremos riendo o llorando por el amor y el desamor, por la vida y la muerte, por la alegría y el dolor, por la justicia y la injusticia. Creo que seguiremos celebrando momentos importantes de la vida, desde su inicio hasta su final. Creo que seguiremos haciendo altos en el camino, en lo individual y como grupo, para analizar cómo vamos e implorando a Dios nos ilumine la mente y el corazón para tomar las mejores decisiones, las que más nos humanicen, las que nos hagan más solidarios y compasivos. Ojalá que, en este sentido, las futuras generaciones, las de dentro de 100 años, volteen a vernos y no seamos ejemplos de cómo no se debieron de hacer las cosas. Ojalá nuestros testimonios ayuden e inspiren, esta puede ser una de nuestras mejores herencias. Ojalá que, como dice Fernando Delgadillo en su canción Hoy hace un buen día, los que vengan puedan decir: “grandes fueron los viajeros que cruzaron por aquí”.
Mientras tanto nos toca el esfuerzo del día a día. Dejemos que la película 100 años, como los buenos vinos, se añeje y la disfruten los que habrán de venir. Aceptemos, desde ya, que ésta será una película que nunca veremos.
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