Por Antonio MAZA PEREDA |

En un discurso reciente frente al Parlamento Europeo, el Papa Francisco dio su visión sobre la Europa del futuro. ¿Es posible aplicar esta visión a nuestra situación americana y mexicana? Yo creo que sí.

Hace 10 días, al recibir el premio Carlo Magno que le concedió la Comunidad Europea, el Papa dio su visión para Europa. Es notable el contenido. Viniendo del líder espiritual de la religión más numerosa del mundo, se esperaría un mensaje con un fuerte sentido religioso, y de reclamación. Y probablemente haría mucho sentido. El Papa podría haber hablado de regresar a las raíces cristianas de Europa, podría haber predicado sobre el regreso a Jesucristo, podría haber ligado la situación europea a la falta de religiosidad y hacer el llamado del Padre bueno que pide a su hijo el regreso al hogar. En cambio, prefirió construir su visión en términos sociales, filosóficos y culturales. Y al final, ofrece la participación de la Iglesia y del Evangelio en la construcción de esa visión.

Francisco pide Europa dar a luz un nuevo humanismo con tres capacidades: la capacidad de integrar, la de comunicar y la capacidad de generar. Nos recuerda la capacidad integrar culturas y tendencias muy diversas, como ha ocurrido lo largo de la historia de Europa, formada por diversas etnias y culturas que han podido integrarse en lo que algunos han llamado la cultura occidental. Incorporando los valores greco-latinos, los judíos y los de multitud de orígenes: caucásicos, eslavos, arios, germánicos, célticos, musulmanes, escandinavos y muchos otros más. Una rica síntesis donde se crea una cultura común que no pierde los valores propios de cada comunidad sino que hace que unos aprendan de los otros y se enriquezcan. Hoy, frente al reto de la emigración, Europa podría encerrarse en sí misma o reconocer que siempre ha sido, en palabras del Papa, una identidad dinámica y multicultural.

En cuanto a la capacidad de comunicar, su discurso hace énfasis en el diálogo. Un diálogo que reconoce al otro como un sujeto válido, que merece respeto y del que se puede aprender. Muy claro en el tema del entendimiento de los emigrantes, pero que es mucho más amplio. Un diálogo con otros países, con el mundo subdesarrollado. Pide el Papa que se delineen estrategias no de muerte, sino de vida; no de exclusión sino de integración. Un llamado a formar coaliciones que no sean sólo militares o económicas, sino también culturales, religiosas, educativas y filosóficas.

En el tema de la capacidad de generar, el Papa habla de la construcción de una sociedad integrada y reconciliada. Su énfasis está en el tema de los jóvenes. En la dolorosa situación europea del tremendo desempleo de jóvenes y en la necesidad de integrarlos en la construcción de esa nueva cultura. Lo cual es casi imposible si se les niega el acceso a un empleo digno donde puedan aplicar sus capacidades y su visión. Y habla de la necesidad de pasar de una economía líquida, basada en la corrupción, a una economía social.

Muchos de estos retos, sino es que todos, son retos también para nuestra sociedad americana y mexicana. Toda América tiene una raíz cultural predominantemente europea, mayormente española, británica y portuguesa, pero con una fuerte influencia de centenares de culturas indígenas y la aportación de inmigrantes polacos, rusos, húngaros, y también de orígenes no europeos como árabes, libaneses, judíos así como chinos, japoneses y coreanos. Sin olvidar una importante participación de pueblos de origen africano. Un crisol de razas que llevó a José Vasconcelos a soñar en la raza del futuro: la raza cósmica.

De manera que el reto de la integración está aquí presente, más complejo aún que lo que ocurre en Europa. La necesidad de diálogo no es menor; la dificultad en lograr una verdadera democracia sin adjetivos hace más complicado aún el diálogo entre los diferentes segmentos socioeconómicos y culturales. Y tenemos también el problema de una integración y reconciliación de nuestras sociedades. En cuanto a los jóvenes, ya se nos olvidó el tema que estuvo de moda hace algunos meses de los «Ninis”: los jóvenes que no encuentran un empleo digno ni tienen oportunidades de seguir estudiando o tal vez ni siquiera la motivación para dedicar un esfuerzo importante en estudios superiores, sólo para encontrar empleos cada vez peor pagados o simplemente inexistentes. Es un hecho que en México y  probablemente en otros países de América, el salario inicial de los profesionales en la mayoría de las profesiones es cada vez menor y las exigencias de experiencia los hace difícilmente empleables, en un círculo vicioso difícil de remontar.

Dice el Papa Francisco, citando a un sobreviviente del Holocausto (Elie Wiesel), que Europa necesita una transfusión de memoria. Recordar lo que ha hecho y lo que ha logrado, recordar sus triunfos y sus fracasos y como ha podido recuperarse de largas guerras y terribles catástrofes. Recordar cómo se construyeron sus sociedades y sus culturas mediante una integración en su rica y diversa identidad europea. Nosotros, las naciones de América, no tenemos una menor necesidad de esa transfusión de memoria. “Tomar distancia del presente para escuchar la voz de nuestros antepasados”, dice Weisel en términos semejantes al concepto de la «democracia de los muertos», de Chesterton o el del «plebiscito de los mártires» como dijo Anacleto González Flores.

Termina el Papa delineando la aportación que la Iglesia puede hacer a una Europa cansada, pero todavía rica de energías y potencialidades. Una aportación que nos pertenece en mayor medida a los seglares católicos, en tanto que se debe dar en los términos sociales, culturales, educativos y políticos. Nuestro campo.

¿Y para México? ¿Y para América? Con salvedades, el mensaje para Europa es tal que «nos viene el saco». Sí, posiblemente seamos una sociedad menos envejecida. Tristemente, siendo sociedades más jóvenes, ya se nos presentan síntomas de cansancio y, como dijo Francisco en México, con la gran tentación del desánimo. Un gran desánimo que nos puede llevar a la desesperanza. ¿Podremos construir una visión esperanzadora de nuestra sociedad, de nuestra cultura, basados en la integración, la comunicación y la generación? Estoy seguro que sí. Todos los ingredientes están ahí, hace falta el tomar conciencia de ello y que todos, cristianos y no cristianos, aportemos para el rejuvenecimiento de las sociedades de México y de América.

 

 

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