ENTRE PARÉNTESIS | Por José Ismael Bárcenas SJ |
La cristiandad es esa sociedad que mayoritariamente pertenece a una iglesia cristiana, sea católica, luterana, anglicana, etc. En estos ambientes, hay quien cree que ser cristiano consiste en tener un acta bautismal. También se cree que ser cristiano es cumplir con ciertas reglas, preceptos, devociones y tradiciones. Incluso votar por tal partido político o pertenecer a alguna cofradía. O no comer carne roja los viernes de cuaresma. O crisparse y dar manotazos en la mesa ante ciertos temas.O tener alguna jaculatoria de muletilla. O colgarse algún escapulario o algún otro detalle externo que lo demuestre. En fin, podríamos tener, dependiendo del país o del lugar, algunos parámetros para decir, por ejemplo, tal persona es muy católica.
Sin embargo, la pregunta sobre qué significa ser cristiano, fue algo que Søren Kierkegaard reflexionó respecto a los modos de la Copenhague de mediados del siglo XIX. Este filósofo, en algunos de sus escritos, inventó dos personajes: Juan Clímaco y Juan Anti-Clímaco. Juan Clímaco se presentaba como alguien que se interesaba por analizar y entender el cristianismo, aunque se reconocía no creyente. En cambio, Juan Anticlímaco sí se reconocía cristiano convencido y se exigía vivir su fe hasta el grado más alto. Ambos decían que ser creyente no es tan fácil.
Juan Clímaco decía que ser cristiano implica una decisión y un apropiarse internamente de lo que se cree que es la verdad. Es importante «qué» crees, pero es más importante el «cómo» lo vives.La fe es un regalo que da Dios y, también, es una decisión. Por su parte, Juan Anticlímaco dice que, en el caso del cristianismo, la fe significa ser discípulo del Maestro, es decir, de Jesús. Ser cristiano de verdad implica una decisión seria de asumir el riesgo y, a su vez, estar arraigado en una estrecha relación con Dios. Es Jesús quien tiene la iniciativa de salir a buscar y quien, a través de su vida, expresa con callada y sincera elocuencia de los hechos que Él es la verdad. Ser cristiano de verdad significa seguir sus pasos y estar dispuesto a ser injuriado o humillado por su causa. Aquí radica el problema que vive la cristiandad, pues ha hecho del cristianismo algo soso y se ha desmarcado de las dificultades. Aceptar la invitación de Jesús y atreverse a ser su discípulo significa exponerse a perderlo todo a los ojos de los prudentes, razonables y encumbrados. La burla podría caer despiadada sobre la propia espalda. Pensemos en lo irritados que están algunos cardenales ante los gestos de solidaridad y sencillez del Papa Francisco.
Cristo es el Maestro que impulsa, estimula e invita a la interioridad. Otro problema de la cristiandad es que ha eliminado esta relación interna entre el creyente y Dios, y la ha suplido al divinizar usos y costumbres externas. No cumplir alguna de estas costumbres hace que la persona entre en pánico. Pero esto no es temer a Dios, sino a los hombres. Y si alguien no se subordina a lo establecido, será acusado de falsedad. Siempre que un testigo de la verdad convierte la verdad en interioridad, se escandaliza de él el orden establecido.
Juan Anticlímaco enfatiza que el cristiano de verdad debe conformar su vida ante paradigma que es la vida de Cristo en la tierra. La verdad en Cristo era su vida, pues Él era la verdad. Y solamente conozco la verdad, en verdad, si ella se hace verdad en mi vida. Esta sería la prueba que ayuda a palpar la sintonía y relación que hay entre el discípulo y su Maestro, entre el cristiano y Cristo. Y si Cristo sufrió, padeció y fue humillado por la maldad de algunos, su respuesta no fue la venganza, no fue devolver mal por mal. Ante la maldad, la respuesta de Cristo fue la bondad. Esto lo tendrá en cuenta el cristiano que deseará y se obligará a responder con bondad.
Por lo mismo, no es tan fácil ser cristiano en la cristiandad. Creer es decidir dar el salto de fe que significa recorrer el camino. Jesús es el «camino». Peregrinar este camino es lo que realmente nos hace libres. No será fácil, pues como dice una canción: “El que siga un buen camino tendrá sillas, peligrosas, que lo inviten a parar”. Mi oración por el Papa Francisco.