REPORTAJE | Por Gilberto HERNÁNDEZ GARCÍA |
Más de cincuenta agentes de pastoral han sido asesinados en los últimos 26 años; quince en lo que va del presente sexenio
La noche del domingo 18 de septiembre fueron privados de su libertad los sacerdotes Alejo Nabor Jiménez Juárez y José Alfredo Juárez de la Cruz, junto con un trabajador de la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, en Poza Rica, al norte del estado de Veracruz. Al día siguiente, muy de mañana, fueron localizados los cuerpos sin vida de los presbíteros, en un paraje al lado de una carretera local.
Aún no salíamos del asombro cuando el miércoles 21 de septiembre los medios de comunicación daban cuenta de la desaparición de otro sacerdote; esta vez se trataba del padre José Alfredo López Guillén, párroco de Janamuato, en el municipio de Puruándiro, Michoacán. El domingo 25 se confirmó el hallazgo del cuerpo del sacerdote de la arquidiócesis de Morelia, en un paraje de la carretera Puruándiro-Zináparo; según las autoridades y “de acuerdo con los resultados de la necropsia, la causa de muerte es por heridas producidas por proyectil de arma de fuego, con una rigidez cadavérica de aproximadamente 120 horas”, indicó la Procuraduría de Michoacán, en un comunicado.
Dolor e indignación en Papantla
El caso de los sacerdotes de la diócesis de Papantla sacudió a la región y al país, a la Iglesia. El Papa Francisco expresó sus condolencias por tan lamentable hecho. Mientras que la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) manifestó su “dolor e indignación ante la violencia ejercida” sobre los sacerdotes; a la vez que hacían un llamado a las autoridades para que esclarezcan los hechos y apliquen la justicia.
En tanto el obispo de Papantla, monseñor José Trinidad Zapata Ortíz, señaló su consternación ante el hecho: “Una vez más comprobamos que la violencia y la inseguridad se han enraizado en nuestra sociedad”. El pastor manifestó que tiene la esperanza de que “la pérdida tan lamentable de estos dos sacerdotes sirva para que llegue la paz tan deseada, así como vocaciones sacerdotales para seguir la misión evangelizadora de la Iglesia”.
En el funeral de sus sacerdotes, monseñor Zapata Ortíz condenó “toda forma de violencia” y pidió orar “por la conversión de quienes olvidan que somos hermanos y provocan sufrimiento y muerte”; a la vez que enfatizó: “el camino de la violencia y del crimen engendra más violencia. Ojalá que quienes han entrado en esta espiral se den cuenta que van en un camino equivocado. Dios no quiere la muerte, ni la violencia ni la injusticia. Dios quiere la vida […], que todos vivamos con justicia, dignidad paz”.
Según versiones que las autoridades veracruzanas han circulado en los medios de comunicación, los sacerdotes habían estado conviviendo con su o sus plagiarios la noche del domingo 18 de septiembre. Un testigo y sobreviviente del ataque señaló que el asesino había estado bebiendo con los sacerdotes y, “al calor de las copas”, exigió el dinero que los religiosos tenían para la construcción del templo parroquial; al negárselo “los secuestró” y asesinó. La versión presentada, con expresiones tendenciosas por parte del fiscal general del estado, no ha convencido al obispo ni al presbiterio de Papantla, tampoco a los feligreses y vecinos de Poza Rica, debido a las “lagunas” que contiene.
Michoacán
La desaparición del padre José Alfredo López Guillén, párroco de la Santísima Trinidad en Janamuato, ocurrió la noche del lunes 19 de septiembre, pero fue reportada el hasta el miércoles 21. El Cardenal Alberto Suárez Inda, al hablar, el jueves 22 de septiembre, sobre esta situación expresó su preocupación y suplicaba a los captores que respetaran la vida del joven sacerdote.
El 24 de septiembre fue encontrado volcado el auto del padre López Guillén en una carretera del municipio de Quiroga, Michoacán. También esos días circulaban versiones sobre que el padre había sido captado por una cámara de video vigilancia en un hotel de Puruándiro, en compañía de un menor.
Días después una vecina aclaró que se trataba de su hijo y que el hombre en la imagen es su esposo y no el padre, como maliciosamente quisieron hacer pensar algunos medios. Al respecto el Cardenal Suárez Inda dijo: “La difusión de algunas noticias e interpretaciones maliciosas hacía más dolorosa la situación. Era preferible guardar silencio y esperar ya que la verdad sale a relucir tarde o temprano. Como suele decirse, contra los hechos no hay argumentos que valgan”.
Finalmente, en un comunicado del 26 de septiembre, el mismo Arzobispo de Morelia confirmó la muerte del párroco: “Hasta ahora lo que sabemos es que el Padre fue asesinado pocas horas después de que lo secuestraran y su cuerpo fue abandonado a unos cuantos kilómetros, llevándose su automóvil así como una camioneta de la Parroquia y algunos otros objetos de valor”.
Nada honroso primer lugar
Estos asesinatos no constituyen un hecho aislado. En lo que va del presente sexenio en nuestro país han sido victimados 16 agentes de pastoral de la Iglesia católica: 14 sacerdotes, 2 laicos y 2 presbíteros desaparecidos. Pero también se tienen registrados diversos atentados y amenazas de muerte de otros tantos religiosos y religiosas.Respecto al asesinato de agentes de pastoral, el más reciente reporte que ha hecho público el Centro Católico Multimedial (CCM) señala que México es considerado, por séptimo año consecutivo, el primer lugar “en crímenes de odio contra sacerdotes, religiosos y laicos de América Latina”.
El CCM ha venido elaborando sus estadísticas con datos obtenidos desde el año 1990 a la fecha. Tan sólo en ese lapso han perdido la vida: un cardenal, 38 sacerdotes, un diácono, 4 religiosos, 5 sacristanes y una periodista católica. Todos “a causa de proseguir con ardor su misión eclesial a pesar de las dificultades y de la situación de violencia permanente que se vive el país”, apunta el organismo eclesial.
Al respecto, ha señalado el padre Sergio Omar Sotelo Aguilar, director del CCM: “Los datos aquí expuestos, señalan lamentablemente, a la República Mexicana como el país latinoamericano más peligroso para ejercer el ministerio sacerdotal. Si vemos el fenómeno en perspectiva histórica, el panorama no es alentador, toda vez que nuestro país cumple una década como primer lugar en crímenes de odio contra sacerdotes, religiosos y laicos. Le sigue en peligrosidad Colombia, Brasil, Venezuela, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador y Perú, entre otros”.
El director del CCM ha enfatizado los miembros de la Iglesia no tienen conflicto con los grupos que están cometiendo ilícitos en el país, pero que “existen sectores de la sociedad, que aprovechan la efervescencia de la violencia y se muestran insolentes contra los religiosos”. Y señala los estados donde se han dado mayor cantidad de agresiones o intimidaciones a sacerdotes: Chiapas, Tabasco, Ciudad de México, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo, Estado de México, Jalisco, Nayarit, Veracruz, San Luis Potosí, Colima, Culiacán, Tabasco, Michoacán, Guerrero y Tamaulipas”.
“Estos grupos que atentan contra sacerdotes y religiosos, buscan limitar las actividades del trabajo pastoral de la Iglesia en México, que tiene su acción en el campo sanitario y educativo así como en la acción asistencial -ayuda, refugio y consuelo-, a favor de los derechos humano de migrantes que transitan por suelo mexicano”, subrayó el padre Sotelo en un reciente artículo.
Además denunció que las autoridades de los estados mencionados se han mantenido indiferentes ante “la creciente ola de agresión, asesinatos y desapariciones”; lo que demuestra la vulnerabilidad de los agentes de pastoral que desarrollan su servicio en zonas de alto riesgo, y donde prolifera la inseguridad y operan los grupos del crimen organizado.