Por Fernando PASCUAL |

La vida humana es un continuo sucederse de eventos. Muchos serenos, “normales”, aparentemente sin relevancia. Otros difíciles, confusos, dolorosos.

Las sombras y las luces se suceden. A veces brilla el sol. Otras, llega una terrible tempestad.

El cristiano sabe que existe un modo de no dejarse arrastrar por la corriente. Hay que construir sobre roca, y esa Roca es Cristo (cf. Mt 7,24-27; 1Co 10,4).

Cuando la tormenta arrecia, cuando los escándalos asustan, cuando las críticas asfixian, hay que mirar al cielo y confiar.

Entonces empezamos a respirar un aire nuevo. Sabemos que la victoria está garantizada. Al creyente se le pide esperar y poner en práctica el mensaje del Maestro.

En este día, ¿qué dominará? ¿Por dónde irá el mundo y la familia? ¿Cuándo y cómo terminaremos esta crisis?

Mucho queda en la oscuridad. No sabemos lo que nos depara el futuro. A cada día le basta su tarea. Hoy simplemente nos toca buscar el Reino y su justicia (cf. Mt 6,34).

Recordamos aquellas palabras de santa Teresa de Jesús que cita el “Catecismo de la Iglesia Católica”:

“Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin” (S. Teresa de Jesús, “Exclamaciones del alma a Dios”, 15, 3).

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