AGENDA INTERNACIONAL | Por Georg EICKHOFF |

 

Trabajan encerrados en escritorios. No saben nada del mundo. Son «burócratas». Por eso, no hay que dejar el gobierno en sus manos. – Todos los populistas del mundo hablan contra los burócratas, sin embargo, en los hechos, no pueden sin ellos.

Donald Trump acaba de transformar su máximo órgano de consulta en temas de seguridad, el National Security Council. Sacó a unos y colocó a otros. Fueron especialistas como el general de más alto rango de las Fuerzas Armadas y el director de las agencias de inteligencia a quienes sacó. Colocó en su lugar a sus más cercanos confidentes Steve Bannon y Reince Priebus. Menos burocracia, más política.

La palabra «burocracia» viene del francés «bureau» que, desde el siglo XVI, significa «escritorio» designando un mueble para escribir y guardar papeles. Pero esta palabra, a su vez, tiene un sentido más antiguo. En la Edad Media, «bure» o «bureau» se refería a las gruesas telas de lana de los pobres y de los monjes. Una tela así servía para «hacer las cuentas» sobre ella. Siempre, la palabra «bureau» tenía que ver con pobreza y riqueza, con el cálculo racional y la sabia previsión.

Escuchar a los hombres de los cálculos, papeles y escritorios era expresión de prudencia y buen gobierno. El señor de la guerra debe sacar las cuentas sobre la gruesa y pobre tela del «bureau», vestimenta de mendicantes. Lo mismo aplica, según Lucas 14,28 y siguientes, a quien quiere construir una torre. (Con los muros no debe ser muy diferente.)

Sin duda, el cálculo sólo no construye torres ni gana guerras, pero es una parte de todos los avances y victorias. El desprecio del consejo de gente prudente, después de denunciarlos como burócratas, es padre de muchas derrotas y desastres.

Atacar a los burócratas, atacar al «establishment», atacar lo viejo, siempre es necesario para no perder el contacto con la realidad y dejar un espacio para lo nuevo. Todos los revolucionarios lo hacen, todos los carismáticos lo hacen, todos los innovadores lo hacen.

Pero también es verdad que todos los proyectos exitosos se basan en un cálculo frío, en la racionalidad. Empiezan y terminan echando cuentas sobre la pobre lana del «bureau».

Quizás, Trump fracasa por su imprudencia, por sus malos consejeros, por su poca paciencia a la hora de escuchar a los que saben y por rodearse con familiares y otros millonarios que no saben nada de las telas gruesas de la pobreza.

Su orden ejecutiva contra los inmigrantes musulmanes nunca pasó por las manos de los burócratas encargados de verificar su legalidad y su factibilidad. Gobernar por mensajes de Twitter es, sobre todo, gobernar sin burócratas y contra ellos.

En la historia de las instituciones públicas, se contempla a la Iglesia Católica como madre y maestra de todas las burocracias. Al Papa Francisco lo estamos viendo como un luchador contra la burocracia romana. Pero no quiere dejar de escuchar a los hombres de los escritorios, sino quiere que ellos vuelvan a la sencillez y sensatez de las gruesas telas que cubren a los pobres.

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