Por Felipe MONROY |

“El liderazgo no habla de la próxima elección, sino de la próxima generación”, dice el escritor británico Simon Sinek, y no podría estar más acertado. En las anteriores entregas abordamos los cambios en el panorama episcopal mexicano con los traslados, promociones y elecciones de nuevos obispos para el peculiar escenario del relevo del arzobispo primado de México.

La sede catedralicia de la Ciudad de México no es “la joya de la corona de la iglesia católica mexicana” como suele pensarse en términos políticos; sin embargo, su historia misma ha demostrado que el peso específico del arzobispo capitalino aporta un cariz importante en la configuración de la iglesia católica nacional y de la relación que institucionalmente se mantiene entre la jerarquía eclesiástica y los representantes de los diferentes poderes de la Federación.

Por ello, la sucesión del cardenal Norberto Rivera Carrera genera tanta expectativa –y quizá hasta morbo-; pues en el sucesor y en el ‘cómo’ se haga la transición se juega buena parte del estilo, el tono, el discurso y los objetivos de la Iglesia mexicana en la próxima década al menos.

Si bien, la mirada parece enfocarse en el cardenal arzobispo de Tlalnepantla, Carlos Aguiar Retes; los corrillos eclesiales también ven como opción el obispo de Cuernavaca, Ramón Castro Castro; incluso, miran fuera del país al arzobispo ad personam Jorge Carlos Patrón Wong, actual secretario pontificio para los Seminarios de la Sagrada Congregación del Clero en Roma.

Ramón Castro, después de un súbito traslado de Campeche a Morelos, ha sido una figura visible y de suficiente altura moral en el constante cuestionamiento de las políticas del gobernador Graco Ramírez y del crimen organizado en Morelos; difícil misión que realiza no sin riesgos confiando en su experiencia en el arte político y diplomático. En sus actos, Castro Castro refleja las búsquedas del líder moderno: no sólo convoca o autoriza, participa y se involucra. Por ello ha encabezado marchas multitudinarias por las calles de Cuernavaca, hombro a hombro suma comunidades en sus búsquedas de paz y justicia; es un obispo que no sólo condena desde su escritorio los incontables actos de violencia mediante comunicados oficiales, acude al margen del dolor de la gente, toca y abraza a quienes han perdido a sus seres queridos, entra en los jacales de miseria que la ‘política correcta’ intenta hacer invisibles y clama por la conversión de las autoridades junto a los féretros de quienes murieron debido a su corrupción, impunidad o desdén.

Tiene la edad (61 años) y la vecindad con la Ciudad de México para explorar paulatinamente los contextos de la vida pastoral de la urbe. Al pertenecer a la misma Provincia de México (el grupo de diócesis sufragáneas a la Metrópoli capitalina) conoce a los obispos circundantes y, mejor aún, a los obispos auxiliares del cardenal Rivera cuya labor es imprescindible en la transición y los procesos que requerirán las ocho vicarías episcopales, las más de 650 parroquias y los más de mil templos bajo el gobierno arzobispal.

Castro ha logrado, además, configurar la “comunidad virtual”; esa presencia aparentemente inasible pero decididamente representativa del catolicismo en la web. Castro apenas suma 6,753 seguidores en Twitter pero su actividad, lejos de ser propagandística, intenta reflejar la realidad de su diócesis y los pueblos que la integran.

Quien hace igual y con más de 14 mil followers es el arzobispo Jorge Carlos Patrón Wong, oriundo de Mérida (59 años) quien fue obispo coadjutor y residencial de Papantla, Veracruz; se habla de él como posible sucesor de Rivera Carrera porque fue especialmente elegido por el papa Francisco para llevar un área clave para la iglesia católica del mañana: la formación de sacerdotes.

La experiencia de Patrón Wong en el área es indiscutible pero lo que más llama la atención de este pastor de ‘nueva generación’ es que lo mismo camina con tanta humildad y sencillez por las calles de Roma como lo hacía en Mérida o Teziutlán. Su actitud dialogante y abierta evitó que se convirtiera en un “burócrata de oficina vaticana” en su actual servicio en la Congregación del Clero. En las calles de Teziutlán me confió, un mes antes de partir a Roma, que sentía cierto temor de encerrarse en las paredes de un frío dicasterio vaticano; meses después, ya en el cargo, me reveló que sentía una gran alegría por haber descubierto personalmente a la grey, al pueblo de carne y hueso para el que había sido llamado a servir. Lo hace, por supuesto, al final de su jornada de trabajo.

Patrón Wong parece conjugar bien los meticulosos servicios de gobierno con la permanente presencia entre la gente para la cual fue llamado a servir. Algo más, en medio de un huracán terrible de tensiones en todas las áreas del Vaticano, este arzobispo mexicano ha estado fuera de la foto pero sin indiferencia por el rumbo que toma la reforma de la iglesia que Bergoglio. Su posición quedó plasmada en el documento sobre El Don de la vocación presbiteral divulgado apenas en diciembre del 2016: “Podrían emerger nuevos desafíos, concernientes al ministerio y la vida del presbítero: […] el riesgo de sentirse funcionarios de lo sagrado [… y] la atracción del poder y la riqueza”.

Pero, ¿son estos los perfiles que la Ciudad de México necesita para un pastor que acompañe a una nueva generación? ¿Cómo deben ser los nuevos liderazgos para la tercera década del siglo XXI? ¿Qué aportarían estos obispos al horizonte pastoral de la iglesia mexicana? Aún no lo hemos abordado pero la iglesia católica mexicana acaba de entrar en un profundo periodo de reflexión porque desde este 2017 y hasta el 2031 se conmemoran 500 años de presencia sacramental, educativa y cultural del catolicismo en México. Medio milenio no sólo de ‘evangelización’ sino de ‘institucionalidad’ de la iglesia en el cuerpo social del pueblo mexicano. ¿Qué ha aportado esta institución a la realidad mexicana? ¿Qué se ha arraigado en la cultura y qué se corrompió en el camino?

Por ello, en ese horizonte se hacen las consultas y las ternas para el sucesor del primado de México, se contemplan estos candidatos ‘fuertes’ pero también otros candidatos ‘débiles’ (Alonso Garza, Sigifredo Noriega, Eduardo Carmona, Eduardo Cervantes, Faustino Armendariz, etcétera). Personajes que no cumplen dos o más de los criterios clásicos para el tradicional sucesor de Zumárraga pero que guardan evidencia de la sacudida eclesial que ha propuesto Francisco y que no dejará que México –el aún segundo país con más católicos del mundo- sea una isla en esta revolución. De esto hablaremos en la última entrega de esta serie: de los pastores periféricos para una nueva época en el panorama episcopal mexicano.

@monroyfelipe

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