Por Mónica OLVERA |

Casarse es una de las decisiones más importantes y trascendentales de la vida; porque es unir la propia vida a la de otra persona y abrirse a traer nuevos seres humanos, que dependerán de los dos. El matrimonio es un proyecto que envuelve todas las esferas de la persona y que tiene fecha de inicio más no de caducidad.

Para desempeñarlo se elige a una sola persona. Para tener a los hijos y educarlos, se elige a una sola persona y para ser y hacer feliz se elige a la misma persona.

Es por ello que elegir y aceptar a alguien en matrimonio, es una gran muestra de confianza y predilección amorosa. No puede ser fruto del descarte, de la conveniencia egoísta, de una llamarada de petate. Al ser una elección que se toma de una vez y para siempre, merece tomársela muy en serio, dedicarle un profundo y basto discernimiento y ponerlo en manos de Dios.

Todo el tiempo previo a la boda, es la preparación de los futuros esposos. La niñez, adolescencia y juventud de una mujer y un hombre llamados al matrimonio, están orientadas al paso crucial de la soltería a la vida de casados.

Si la base y fin del matrimonio es forjar una unión dadora de amor y vida, se ve necesario encaminarse a esto desde que se nace, ya que aunque por naturaleza tendemos a desear amar y ser amados, esto implica una tarea de cuerpo y alma. La formación física, psicológica y espiritual de cada uno debiera estar dirigida al objetivo de estar cada vez en mejores condiciones de amar y de entregarnos; de aprender a compartir, a valorar y respetar al otro, escuchar con atención, buscar las palabras indicadas para no lastimar, regalar mi tiempo, servir sacrificando mi comodidad, regular mis reacciones ante el enojo y la frustración, etc. Esto cambia la perspectiva de la educación y autodesarrollo dirigidos a sentirme simplemente bien conmigo mismo, aumentar mi ego o buscar un reconocimiento externo.

Cuando los padres de familia tenemos en mente el querer enseñar a nuestros hijos a amar y darles las herramientas para una vida plena, sabemos que lo sembrado en su educación, tendrá un sentido y razón loables. Todo detalle en su caminar (ordenar los juguetes, hacer tareas, realizar deporte, decir la verdad, buenas lecturas y amistades, autocontrol de los impulsos, formación de la sexualidad y afectividad, vida de oración), irá fortaleciendo su mente, voluntad y corazón para el momento en que se abran a una relación de noviazgo enfocados en tomar una decisión madura y con miras a un compromiso firme de dar amor y vida. Mucho es lo que podemos sembrar, para que el día de mañana haya mejores matrimonios y nuestra sociedad se fortalezca.


 

Mónica Olvera es licenciada en Educación y Desarrollo con un diplomado de Teología del Amor, especialista en el Creighton Model System, da pláticas prematrimoniales.

Página de Facebook: Mónica Olvera Consultoría

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