AGENDA INTERNACIONAL | Por Georg EICKHOFF |
“País más violento y desprestigiado que México no existe”, dijo el alcalde de Caracas Jorge Rodríguez en respuesta a las críticas del gobierno mexicano a la asamblea constituyente que ejerce poderes dictatoriales en su país Venezuela. Su opinión sobre México no inhibe que Rodríguez ande paseando con su familia por la colonia Condesa de la Ciudad de México donde, el domingo pasado, un venezolano lo reconoció y le expresó con vehemencia, pero sin violencia, el desacuerdo con su rol como principal promotor de la dictadura chavista.
Recriminar en persona a un delincuente o representante de un gobierno dictatorial se llama, con un término inventado en Argentina, “escrachar”. En estos meses, pasa en muchos países del mundo donde venezolanos exiliados se encuentran con los violadores de derechos humanos y corruptos que gobiernan su país. Es frecuente que esta forma controvertida de protesta cívica se viralice en las redes sociales cuando se logra grabar un video. Esto fue el caso de Jorge Rodríguez que presuntamente acompañaba a su hijo para el inicio de clases universitarias en la Ciudad de México.
Jorge Rodríguez es hijo del secuestrador Jorge Antonio Rodríguez, autor del secuestro del empresario norteamericano William Niehous, en 1976. Jorge padre fue asesinado en una prisión venezolana. Su hija Delcy es la presidenta de la asamblea constituyente que acaba de quitar todas las funciones al parlamento electo en Venezuela. Delcy tildó a México, Canadá y Perú como “perritos simpáticos del imperio” por su defensa de la democracia en Venezuela, esto cuando todavía era ministra de relaciones exteriores de su país.
Será difícil para Jorge Rodríguez ingresar a México con los guardaespaldas que necesita en su país donde fue alternativamente jefe del instituto electoral nacional y jefe de las campañas electorales chavistas. Con su elocuencia polémica como vocero frecuente de la dictadura se ha ganado un intenso odio de muchos venezolanos cuya agresividad aumenta cuando saben que muchos compatriotas que huyen de su país, cuando llegan al aeropuerto internacional de la Ciudad de México, sufren maltrato, intimidación, falsas acusaciones de delitos que no cometieron, extorsión o deportación o varios de los anteriores a la vez. Calmados los ánimos, exigirán más coherencia en la política migratoria mexicana.