Por Leonel NARVÁEZ GÓMEZ |

Los invito a viajar al pueblito más hermoso del mundo.  De hecho, no queda muy lejos. Puede incluso estar en tu propia casa. Se llama El Pesebre pero en algunas regiones han comenzado ha llamarlo con otro nombre, aún más bonito: El país del Don.

Déjeme explicarte. Por esta época de Navidad, a casi todas las familias, y sobre todo a los niños, les encanta construir el pesebre, es decir, hacer una réplica del pueblito donde nació Jesús.  No es raro encontrar allí ovejas que son más grandes que las casas, o ver un viejo gordo (Papá Noel) tratando de entrar con su bolsa grande de regalos por una chimenea muy pequeña. O mejor todavía, puedes encontrar al ternero comiendo con el león, al niño jugando con la serpiente, al lobo y al cordero comportándose como buenos vecinos, el tigre y el cabrito descansando juntos. Es el pueblito ideal de la paz y la convivencia total. Y ¿saben por qué? porque allí, todos, tan pronto llegan, aprenden la lección más importante y transformadora de la vida: aprenden a ser un don o un regalo el uno para el otro. Es el pesebre o mejor como sus habitantes prefieren: El país del don.

Así de fácil, el pesebre con sus absurdidades representa el anhelo más profundo del ser humano.  Por eso es el pueblito más hermoso del mundo y por eso para niños y adultos, el pesebre representa el mundo ideal que soñamos.

Desafortunadamente vivimos en el País del Tener en donde creemos encontrar felicidad y en cambio, ahí estamos cada vez más aburridos. En realidad, todos soñamos y necesitamos con urgencia llegar al País del Don. Algo nos dice que es allí donde nos sentimos realmente felices. Fuera del País del Don, la vida pierde sentido, nos volvemos violentos y cada vez estamos más tristes. Déjame explicártelo con las palabras sabias del Principito aquel que se encontró una vez con la rosa, la saludó diciéndole: te amo. La rosa le responde: yo también te quiero.  Al escuchar esa respuesta el Principito se puso triste y le dice: pero no es lo mismo, porque querer es tomar posesión de algo o de alguien, mientras que amar es dar.

Sí. Querer es buscar los propios intereses, es adueñarse de lo que no es de uno… es querer apegarse, acumular, guardar. Nos vamos volviendo adictos a que nos den…!pero no a dar! Y por eso, vivimos aburridos… y sufrimos. Mientras querer es esperar del otro, amar es darle mucho al otro o a los otros. Mientras más damos más felices somos. Mientras más guardamos para nosotros, más triste y más sin-sentido es nuestra vida. La medida que uso para dar no puede ser la medida de lo que me den. Yo doy – sin medida- porque entiendo que ese es el secreto más seguro para ser feliz.

Pero no os he contado algo todavía más hermoso. En el País del Don, la gente era triplemente feliz porque desde hace muchos años, todos tienen una práctica milagrosa que nadie se atreve a romper: el per-dón.  Los viejos y sabios del pueblo les enseñan a todo niño o niña que nace a practicar el poderoso secreto del per-dón como la receta más eficaz para practicar el don. Todos saben allí, que el per-dón es la expresión más grande del Don y por eso, tienen el Festival del perdón, el Reinado del Perdón, la Escuela del Perdón, la Feria del perdón, la Panadería del perdón y muchas iglesitas de todo tipo que llaman, los templos del perdón. Allí todos viven felices.

En esta Navidad 2017 y en este año 2018 que comienza, te invito a visitar el País del Don. Te aseguro, que querrás quedarte allí.  Allí aprenderás la lección más importante de la vida:

Si te donas así, la vida te premiará con lo que más buscamos los seres humanos: vivir felices y sin sufrimiento. Y si practicas el perdón la vida te energizará con la fuerza más poderosa que ser humano pueda lograr: la compasión.

 

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