PASOS PARA EL PERDÓN Y LA RECONCILIACIÓN | Por Leonel NARVÁEZ GÓMEZ | Fundación para la reconciliación |  Séptimo paso: promovemos justicia |

«¡Que se pudra en la cárcel!» Es una frase frecuente que usan las víctimas para referirse a sus ofensores. Ante una ofensa, todo ser humano exige justicia. Cuando nos domina el cerebro más arcaico, exigimos como justicia que al ofensor se le inflija tanto dolor y perjuicio o más del que sufrimos a causa de su ofensa. Ante las ofensas recibidas, reclamamos un tipo de justicia que se denomina punitiva. Sin embargo, cuando una persona logra realizar un ascenso evolucionario en la comprensión de la naturaleza humana por medio del perdón, descubre una alternativa mucho más creativa, en el acceso a la justicia: la justicia restaurativa o sea la justicia que en lugar de eliminar al ofensor lo recupera humanamente. Es ésta, posiblemente, una de las tradiciones más milenarias de nuestros ancestros aborígenes.

Desde esta nueva mirada milenaria, justicia no significa castigar sino recuperar al ofensor, es por eso, que la pena de muerte, la cadena perpetua y las cárceles son entendidas como justicia inútil, o peor, como oficialización de la venganza.  Esto no niega que los órganos de justicia hagan todos los juicios que sean necesarios para develar la verdad y que adicionalmente dicten sentencias. Sin embargo, desde la perspectiva de la justicia restaurativa se cree que hay alternativas más eficaces, en el proceso de reparación de una ofensa.

¿Justicia = castigo?

En este paso hacia la reconciliación, los participantes hacen el análisis de las formas de castigo y punición, que en el registro de la vida propia han practicado. Así, descubren que castigar ha sido parte constante de sus vidas. Esta propuesta de justicia restaurativa en las Escuelas de Perdón y Reconciliación –ESPERE- tiene por lo menos dos dimensiones: la auto-restauración y la hetero-restauración.

Las víctimas tienden a hacerse usuarias de la victimización y a hacerse eternamente víctimas. Por esta razón, el ejercicio del perdón se convierte en un aporte indispensable para la auto-reparación y la superación de las ofensas. Así las víctimas –dijimos- dejan de ser víctimas y se hacen victoriosas. Circunstancia que es una forma de ser en el mundo, forma de existencia que las empodera para demandar y esperar de sus ofensores la reparación por los daños sufridos (esta reparación es llamada en las ESPERE hétero-restauración, porque procede del otro, del ofensor hacia la víctima). Si la hétero-restauración viene de afuera y debe demandarse y esperarse, en las ESPERE se plantea otra acción no menos importante en el proceso de restauración, a la que se le ha denominado la auto-restauración. Que no es otra acción que el esfuerzo propio de la víctima para acceder a la recuperación de la dignidad usurpada por la ofensa. En este sentido, la reparación es un doble movimiento del victimario hacia la víctima y de ella hacia sí misma, junto a su grupo de redes sociales.

La necesaria restauración

Los participantes a las ESPERE, reunidos en pequeños grupos, según su propia cultura se inspiran recíprocamente en formas eficaces de auto-reparación y hetero-reparación.

La auto-reparación y la hetero-restauración tienen inmediatamente un impacto comunitario significativo: se reconstruye el tejido social que de lo contrario corre el riesgo de acelerar procesos de deterioro en espirales de violencia. Reparar, restaurar y reconciliar interpersonalmente es a la vez un ejercicio de restauración colectiva. Este último ordenamiento ha permitido sugerir a los participantes en las ESPERE, que mientras el perdón tiene una dimensión individual, la reconciliación comporta una acción del individuo en el afuera, en lo político, en lo cultural, acción heroica, que promueve el sentido orgánico de lo comunitario, acción que supera el individualismo que promueve el castigo, porque la justicia restaurativa incide directamente en la reparación de los lazos de cohesión social que las ofensas ponen en riesgo, al comprender que en todo acto violento, más allá, de la víctima, es el cuerpo social el que corre el riesgo de disolución, porque en cada una de las ofensas individuales se está negando el principio básico y fundamental de todo ser en sociedad: el contrato social.

Lo más inesperado de la auto-reparación es que superando la urgencia de venganza, las víctimas mismas garantizan la no-repetición de la violencia y cuestionan seriamente al ofensor disminuyendo la probabilidad de repetición de la ofensa.

Una pareja cuyo hijo adolescente fue asesinado hace 6 años, después del  curso ESPERE decidió abrir las puertas de su casa nuevamente a sus vecinos, a la esperanza, a las relaciones comunitarias, cosa que no hacían desde entonces. Una paz profunda recobró esa familia, con este sencillo acto de auto-reparación.

 

 

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