ENTRE PARÉNTESIS | José Ismael BÁRCENAS SJ |

Según cuenta el libro Fuego y furia (Fire and fury), de Michael Wolff, Donald Trump no pretendía ganar las elecciones a la Casa Blanca. Más bien, aprovechaba la oportunidad para promover su marca (él mismo es una especie de marca para cuestiones inmobiliarias y excentricidades de magnate), y se ayudaba de la publicidad que significaba el proceso electoral estadunidense. Una vez que ganó a Hillary Clinton, tuvo que pasar algunos días recluido en la soledad para asimilar el triunfo.

Hombre de ocurrencias, bravatas, berrinches, fanfarronería, ego desmedido y cierta adicción al escándalo -típico de celebridades con nula maduración emocional (y muchas veces intelectual)-, todo sería parte de anécdotas jocosas si siguiera siendo el protagonista de shows televisivos o concursos de belleza, sin embargo es el Presidente de la superpotencia del planeta. Así, el tío Trump nos ha acostumbrado a que, de él, todo se puede esperar, incluso comentarios de lo más desconcertantes, imprevistos, inapropiados, bizarros o desagradables. Y esto empieza todos los días desde muy temprano, vía Twitter, cuando postea lo que se convertirá en la nota del día.

Dicen que los rusos intervinieron para que saliera electo. Hasta ahora ha sido difícil demostrar esta aseveración, misma que Trump tilda de ‘fake news’ (noticia falsa). Dicen que hasta cierto punto, no se puede medir la ganancia que, de ser cierto, este triunfo le ha acarreado al Kremlin. Esto me lleva a recordar una situación que se dio en un corporativo en el que trabajé hace tiempo. En aquella empresa se auguraban una serie de reformas. Llegó un nuevo Director General y comenzó a tantear el terreno. Una vez que sintió la confianza para dar vueltas al timón, uno de los primeros cambios que hizo fue despedir a la encargada de Recursos Humanos, quien, oliéndose que estaba en la mira y a manera de venganza, poco antes nos contrató un Coordinador para la zona en que yo trabajaba (puesto que permanecía vacante). Se fue la encargada de Recursos Humanos y llegó nuestro nuevo Coordinador. Eso fue el caos. La saña de aquella encargada de Recursos Humanos fue atroz. Eligió el peor currículum que tuvo como opción de los perfiles solicitantes. Fueron meses de, todos los días, lidiar con el recuerdito que nos había dejado aquella mujer sin entrañas de misericordia. Mi departamento se convirtió en un barco incendiado en alta mar. Algo así, me imagino, es el plan y el escenario que desean contemplar, desde la tierra de los zares, para la tierra del McDonald’s.

Ahora, no todo está perdido. La era Trump significa un gran reto para la prensa. En estos días vi la película Los archivos del Pentágono (The Post,2017), dirigida por Steven Spielberg, en donde se relata la oportunidad, y posterior presión, a la que se vio envuelto primero The New York Times y, posteriormente, el The Washington Post, por publicar información proveniente de archivos secretos que hacían referencia al modo en que se había estado mintiendo sobre la guerra de Vietnam en tiempos de Nixon. Fueron días difíciles que fraguaron un periodismo valiente y determinado en difundir la verdad, mismo periodismo que esta época demanda y necesita.

Creo que, tanto con la publicación de libros, reportajes y documentales al estilo Fuego y furia, así como con la seriedad y minuciosidad de periodistas y de los diarios antes mencionados, junto con cadenas de la talla de CNN y otras, seremos testigos de cómo la inteligencia, la veracidad y la honestidad remontan el marcador de la estridencia, la frivolidad y la falacia.

@elmayo

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